La mirada de la Amazona
Nota aclaratoria para no echar más leña al fuego. (Amazona: DRAE, 1. Mujer de alguna de las razas guerreras [
] de los tiempos heroicos. //3. Mujer que monta a caballo). Cuatro razones que me susurraron el Alias: (1) para no repetir más veces el mismo nombre; (2) por las cualidades guerreras que ella manifiesta; (3) al conocer su afición a la equitación; (y 4) por ser ella quien cabalga y guía este gobierno de nuestra ciudad.
Una vez más la televisión de los Camáñez me trajo lo que el resto de medios no puede ofrecerme: imágenes en movimiento. Así que con el revuelto de noticias sobre el G-4, el G-8, los 3 de la Junta de Gobierno, la comida de Camps o la baza de Andrés Martínez todavía en digestión, me encuentro el pasado Viernes 13 con la rueda de prensa de la Alcaldesa. La localizo en el televisor y me doy cuenta de lo poco que me había servido escucharla en las radios. Y si el discurso pronunciado por nuestra máxima autoridad no tenía desperdicio, si las pertinaces sentencias emitidas no bastaban para tensar más la soga, si la prohibición expresa sobre cualquier nuevo comentario acerca del President y su visita a Villena no parecía suficiente, su mirada durante la comparecencia no dejó lugar a dudas.
La mirada de la Amazona se apostaba tras la intumescencia producida por la falta de sueño o la preocupación excesiva. No bastaron las virtudes de las últimas novedades cosméticas, ni fue posible el retoque fotográfico (que tan bellos retratos nos ha ofrecido), para paliar un malestar que probablemente empujaba desde el interior hasta abultar la piel del rostro. La mirada de la Amazona caía pesada unos metros por delante de ella. No sobre la mesa sino algo más allá. Desde mi sofá la suponía dirigiéndose a mis zapatos, lo que en situación serían los zapatos de los y las periodistas.
Escucharla con sus ojos puestos en mis zapatos me comenzó a incomodar. La mirada de la Amazona tampoco descansó en ningún momento. Mientras las palabras, después frases, componían un discurso de agotado pero necesario pero obligado pero incómodo posicionamiento, sus ojos se movían de un lado a otro sin descanso. Como amparados en dos puntos que podríamos situar a 45 grados a izquierda y derecha de su centro. La mirada de la Amazona se dirigía a uno y otro punto sin detenerse siquiera en el recorrido, sin descansar más que unos segundos en cada punto, sin encontrarse con el resto de miradas presentes, ni con la cámara (con nosotras o nosotros), como si con tal ejercicio se protegiera frente a un ataque, como si mintiera, como si se escondiera, como si ocultara algo, como si se avergonzara
quién sabe.