Apaga y vámonos

La paletada del mes

Leo en la prensa una noticia que me hace reflexionar: “El ayuntamiento de Valencia multa con 200 euros a un vecino por tocar la guitarra y cantar en la calle”, al considerar que hacer tal cosa a las 23.45 horas supone una infracción de la ordenanza de protección contra la contaminación ambiental.
La reflexión, lógicamente, puede ir en varios sentidos, empezando por el molestísimo ruido –infinitamente peor que una guitarra y un tío cantando– que hacen los camiones de la basura, que además de pasar, por regla general, más tarde, están contratados por el propio ayuntamiento que multa a los vecinos cantores. En la Conchinchina no sé qué ruido harán, pero los de Valencia los he sufrido y los de Villena los sufro ahora, y parece ser que forma parte de la contrata alcanzar un nivel mínimo de decibelios para molestar al prójimo cuanto más alto y más tarde, mejor.

Dicho lo cual, uno puede llegar a pensar que ciertas cosas son necesarias, así que no nos queda otra que aguantar las ruidosas mecánicas de los camiones de recogida y sus intempestivas horas de trabajo, ya que de no ser así tendríamos una ciudad muy sucia –aún más, que ya es decir– y un tráfico muy caótico –aún más, lo que en Villena ya resulta casi imposible metafísicamente hablando… y mientras tanto, seguimos quitando plazas de aparcamiento sin ofrecer alternativas, que ésa es otra–.

Dichas cosas, les decía, pueden ser necesarias, y por tanto imprescindibles, así que ya puedes quejarte, Aure, que de poco va a servir. No obstante, hay cosas que son justo lo contrario, es decir, prescindibles e innecesarias, acciones que para lo único que sirven es para molestar al prójimo, y que encima cuentan con el beneplácito de las autoridades, que ya nos podrían explicar por qué tocar la guitarra a ciertas horas está mal pero en cambio amargar el sueño y el descanso a otras horas igualmente intempestivas está muy bien y forma parte desde el comienzo de los tiempos –o sea, desde hace cuatro días– de la “idiosincrasia” de nuestros “barrios” más “populares”.

Una de esas cosas son las “despertàs”, aberraciones falleras (no conozco unas fiestas más insufribles) que por obra y gracia no sé muy bien de quién, han importado a Villena algunos espabilados. De este modo, la Estupidez Humana, en su Gira de Primavera – Verano 2009, recaló el pasado fin de semana en el barrio del Carril, que para hacernos partícipes a todos de unas “fiestas” en las que no trabajan más que a cuatro gatos –dato confirmado por el propio presidente de la asociación en Intercomarcal TV–, nos ha obsequiado, por partida doble (sábado y domingo), con tan brillante espectáculo, consistente en el desfile de un simulacro de Banda de Cornetas y Tambores (el sonido era más parecido al que hacen las gatas preñadas al ser descuartizadas vivas) que se paseó a las 8 de la mañana bajo las ventanas y los balcones de los sufridos contribuyentes, que al parecer, tras una semana de duro trabajo, no tenemos derecho ni a que nos dejen dormir tranquilamente hasta las 10 o las 11 los fines de semana.

Alguna mente bienpensante se escandalizará por estas líneas, y habrá quien intente crucificarme acusándome de antivillenerismo –los más simples– o misantropía –los más refinados–. A unos y a otros sólo se me ocurre decirles que, cuando quiero divertirme, además de no dar la brasa a nadie, porque a nadie le importa, lo hago intentando no molestar. Es una simple cuestión de educación, algo de lo que carecen muchos de nuestros vecinos.

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