La plaza de toros: molestias y prisas
De verdad que tengo ganas de que finalicen las obras de la Plaza de Toros. Lo estoy deseando no porque me hechicen las venerables piedras, que por cierto van quedando menos con tanto agujero, ni porque me encante el mundo taurino por el que tanto suspiran sus incondicionales peñas, lo anhelo porque soy vecino del recinto. Y puedo asegurar que desde enero de 2005 que soy lindante, puerta con puerta, ha sido todo una gran desazón. A los pocos meses del estreno se derrumbó parte del tesoro patrimonial y la cosa fue a peor. Es cierto que escribo a título personal pero, a buen seguro, la vecindad de la calle refrendará mis palabras.
Desde la caída del muro mi calle ha sido un caos. Cerrada a cal y canto, vallada escrupulosamente, ha servido sólo una acera para transitar de una esquina a otra. Gentes que iban al Centro de Salud, a las viviendas, a las cafeterías, a la farmacia por un único camino, en fila india y compartiendo mierdas de perros de mal educados propietarios. Una calle, la Avenida de los Toreros, que en estos años se ha convertido en un aparcamiento provisional de quita y pon, de claxon de vehículos disconformes donde imposibilitaba una urgencia sanitaria, un camión de bomberos o un desaguisado.
Los vecinos hemos ido pagando, puntualmente, los impuestos de la contribución, basuras, agua, alcantarilla, limpieza y alumbrado. Durante años, seis ya, hemos cumplido y sin embargo la calle parece, en ocasiones, una boca de lobo por falta de luminosidad, oscura, estrecha y refugio de cacas y otras cosas. Podrán decirme que alguna actitud ciudadana es vandálica y no respeta el entorno. Es así. Pero cuando la vecindad se esfuerza en sus obligaciones sólo espera un trato acorde y recíproco al compromiso. Espero que cuando la plaza esté remodelada este callejón, nunca avenida, esté dignamente adecentado y no se le apliquen tarifas de privilegiados.
Las obras marchan viento en popa y dicen los curiosos que se va a quedar preciosa. No espero otra cosa, que quede atractiva después de tantos abandonos e insoportables molestias. Debe quedar bien porque va a costar una fortuna, ignorando todavía a quién corresponde la factura. Pero insisto en que nos toca a los vecinos barro cuando llueve, polvo permanente, ruidos de taladradoras, máquinas, camiones y zanjas por todos lados. Como además parece que la inauguración será en abril los trabajos no paran y ya son cotidianos los sábados, noches e incluso domingos, que los daños colaterales de la obra soliviantan el merecido descanso de quienes se refugian en casa.
Los vecinos de la Avenida de la Constitución formaron una Plataforma para impedir un parking subterráneo que iba a durar dos años, ahora aceptan unas molestias que van a prolongarse durante ocho meses. Yo, como mis vecinos, estamos padeciendo incomodidades durante seis años. Pero no pasa nada. Quedará bonita. Un artista inaugurará el coso y dos corridas al año harán caer la baba a los adictos aficionados. La rentabilidad del nuevo centro multiusos se debatirá entre la capacidad del aforo y el importe de las entradas. Las localidades caras no lo llenarán y si el espectáculo no es atrayente tampoco.
Difícil equilibrio, porque recuerdo que la Plaza de Xátiva la estrenó Elton John, nada menos, y resultó un fracaso al ocupar medio aforo. Aviso que el éxito dependerá de una diligencia completa de imaginación, programada durante todo el año, apta para cualquier bolsillo y atractiva. Si no es así será un fracaso que pagaremos todos, incluidos los más incondicionales palmeros. Que casi 19 millones de euros es mucha tela que pagar y cortar. Me pregunto si lo saldará el gobierno valenciano, porque su déficit presupuestario hasta él lo reconoce, y si tanta prisa para la foto inaugural no será una mala consejera.