Vida de perros

La política antigua

No sabría cómo explicarlo. Es una sensación más que una certeza racional. Al leer las noticias, al ver los comunicados de prensa, al escuchar las declaraciones o las entrevistas radiofónicas. Y no se trata solo de la clase política en particular, también de los medios de comunicación que los siguen, interpretan, analizan… y también entonces de todas las personas que nos sentimos responsables en mayor o menor medida de nuestra representación política y, más concretamente de su forma de hacer. Mi sensación es la de que algo falla. La sensación de que todo esto que vivimos se ha quedado antiguo, por decirlo de algún modo.
Tal vez sea una sensación compartida: el seguimiento de la última convocatoria electoral en Estados Unidos ha arrancado comentarios muy positivos acerca del modo en que se llevan a cabo allí algunas cosas (y no sólo en la relación política-medios de comunicación, aunque a fin de cuentas dicha relación debería ser idealmente un mero transito que conduce a la relación política-pueblo). En España en cambio muchas personas vivimos en una terrible confusión provocada por el modo en que “comemos” la información: políticas y políticos que lanzan balones fuera y cortinas de humo en lugar de afrontar la comunicación exacta y solicitada –postura que muestra uno de sus vértices por ejemplo en la negativa del Partido Popular a admitir preguntas de la prensa tras sus comunicados; o en la estructuración de los “cara a cara” entre candidatos/as previos a las elecciones, cuyo único fin es evitar el debate directo y espontáneo que tantas malas jugadas ha provocado a algunos/as candidatos/as–.

Los ejemplos al compás de la sensación de que algo falla en la forma de gobierno que gastamos actualmente vienen copando la actualidad, y la postura tendenciosa de muchos medios de comunicación rematan la labor consiguiendo posturas distanciadas en la sociedad, cuando no anexiones inquebrantables a sus opiniones y pensamientos unidireccionales (sordos e irreflexivos ante lo que llega desde “el otro lado”). Pero en la evolución de esta forma de organización social que acordamos no hace ni cincuenta años, la sensación es que no funciona. No termina de funcionar. No es sólo por los casos de corrupción que nos han regalado demasiados cargos políticos durante nuestra joven democracia, sino por la situación en la que nos vamos encontrando (este país) en las relaciones sociales y en el trato pueblo soberano/dirigentes electos.

La evolución del diálogo entre las diferentes opciones políticas (evolución que no queda únicamente en lo “profesional” sino que llega a la calle) supone un burdo juego de acusación y respuesta, de ataque y burla, de desprestigio profesional y humano. Parece en realidad que esta fórmula no funciona puesto que no da buenos resultados. Parece que necesitamos de otra forma política nueva que supere y mejore esta forma política que ya debe de haberse quedado antigua.

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