La prioridad y la vergüenza
Al igual que el resto de grupos políticos entre otros, a mí también me gustaría felicitarnos por el resultado de la manifestación del pasado viernes. Y aunque yo apenas consiga beneficios colaterales: rédito político, crédito bancario, popularidad o aceptación social, digamos que me traen sin cuidado porque ante todo y sólo me preocupaba la autenticidad del gesto que suponía este grito ciudadano.
La prioridad de la Plataforma me ha parecido desde el inicio tan obvia y contundente que me dejé contagiar por el espíritu de lucha desinteresada. Un espíritu que como casi todo acto sincero resulta tan impermeable a los sucios ataques que buscan su desprestigio, como conciliador con las ideas de quienes padecíamos en silencio esta herencia de almorranas.
Pese a las adversidades climatológicas Villena salió a la calle acompañada de otras poblaciones con idénticos padecimientos. Llegamos hasta la Plaza de Santiago, frente a nuestro Ayuntamiento, y escuchamos con claridad cuál es el problema al que nos enfrentamos, cuál es la causa de nuestro problema; y del mismo modo que se dieron los nombres y apellidos de quienes nos desprecian así, también se lanzó una importante consigna: primero resolvamos el problema y después, si afortunadamente llegamos a un después, gastemos el tiempo con acusaciones a unos u otros equipos de gobierno que hicieron o no hicieron lo suficiente para llegar a la presente situación. Primero el pan y luego la política. Primero limpiar la mierda, luego buscar responsabilidades. Primero demostrar como demostramos que a partir de ahora tragamos mierda con los ojos abiertos, que nuestras ciudades han descubierto el juego y que cueste lo que cueste vamos a luchar en unidad para en primer lugar detener la indolente y maquiavélica estrategia de empresas e instituciones para violar el compromiso que establecieron con nuestros municipios. Después, si afortunadamente hay un después, intentar hacer pagar su traición, su incumplimiento del contrato establecido, a quienes sean responsables.
La vergüenza no hay que buscarla en las debilidades que nuestra ciudad ha mostrado hasta ahora frente a las alimañas fuleras. La vergüenza hay que buscarla en las acciones que difuminan el objetivo prioritario. Aquellas que se valieron de la manifestación para atacar a sus contrincantes, aquellas que antepusieron las rencillas personales a nuestro problema olfativo y contaminante. La vergüenza es de quien se negó a luchar en esta batalla por no pelear en el mismo bando que otras personas de diferente pensamiento. La vergüenza es de quien olvida el objeto prioritario para jugar su propio juego, para sacar provecho, para atacar. La vergüenza es olvidar el problema, despreciar el esfuerzo colectivo y sacar conclusiones como dando un carpetazo sin tener en cuenta que esta ha sido sólo una batalla dentro de una larga guerra.