La realidad popular
Y volvemos a la realidad, después del verano y después de nuestras fiestas mayores que siempre consiguen hacerlo algo más corto, o empezamos el año como también he leído en alguna de las publicaciones villeneras en las redes. La situación es más fácil de entender para quienes sufren o disfrutan el ámbito educativo, porque sí comienzan un nuevo periodo, pero para el resto no es más que una continuación de nuestras vidas tras unos días de pausa. Cierto que para algunas personas esta pausa no es más que la culminación de largas horas de trabajo e ilusión, con la fiesta del diez al cuatro y los trajes del cinco al nueve.
No es mi caso, ya que como tantas otras almas tomamos la opción de plantear estos días como periodo vacacional. Sin embargo, de forma casi ineludible, seguro que estas queridas personas igual que yo, hemos estado al tanto de los momentos más destacados de la fiesta a través de las redes sociales. Hemos conocido por ejemplo las distintas posturas formadas en torno al desfile de la Cabalgata, en general a causa de su extensa duración. Poco más o menos lo de siempre. Aunque si algo me ha sorprendido, disculpen mi ignorancia, fue relacionado con las tribunas. Y es que desconocía que estuvieran a disposición de peñas o de grupos. No sabía que pudieran alquilarse y que, además, por lo general la propiedad cayera en manos de grupos festeros. Ya me pareció raro antes de fiestas que algunas personas me invitaran a pasarme por sus tribunas, por lo que pensé que se trataría de balcones o de ciertos locales ubicados en el recorrido de los desfiles. Pero no se trataba de eso.
La primera impresión que me causó tal asunto tuvo que ver con aquello de Juan Palomo. Imaginé que si en Villena hay más de doce mil personas desfilando en las comparsas y estas mismas personas alquilaban una tribuna para seguir los desfiles antes y después de su participación, entonces no hacía falta que viniera nadie de fuera a verles, vamos, que ni siquiera el público no saliente tendría opción a ver la fiesta. Temores que parece que no son infundados según las opiniones que he ido recabando y que van minando el carácter popular de la fiesta: ya que además hace falta pagar tanto para salir como para mirar. Nos queda entonces acudir a los actos gratuitos y colgar algún emblema en nuestra ventana. Sin olvidar que entre los actos citados nos encontramos con que una mayoría tienen carácter religioso, lo que todavía nos aleja unos metros más a quienes no tenemos nada que ver con tal religiosidad y nos gustaría participar de una fiesta popular laica y gratuita.
No me convence, como pueden observar, esta profesionalización de la fiesta popular, en la que cada vez veo más exclusión y más aforos privados. Tal vez se deba a que mi falta de participación activa en la fiesta me hace ver las cosas desde fuera, o tal vez es que soy un rancio (seguro que a gran parte de ustedes esta última opción les parezca más adecuada).