Vida de perros

La resurrección de Losantos

No me gusta la guerra, aunque sea de medios. Por eso no me alegro de la salida de Federico Jiménez Losantos de la COPE, aunque lo agradezca. Tampoco soy demasiado ingenuo ni estoy lo suficientemente desinformado como para saber que Federico no se marcha para siempre. Y es una pena, no crean. Pero ya circula la noticia que revela dónde se encontrará su nuevo, o nuevos, púlpitos. Los mentideros señalan hacia las tierras de la lideresa y las de Pedro J. como las que acogerán al incombustible locutor. Nuevos medios, además de los que la red proporciona, para continuar un camino de hostigamiento férreo y sordo contra todo lo que se distancie aunque sea unos centímetros de las ideas de Federico.
Sobre la supuesta muerte y resurrección del locutor no me llegan vibraciones de ningún tipo. Quiero decir que no creo que ahora la viperina pueda desatarse más que cuando vivía entre sotanas. Quiero decir que es poco menos que imposible que Federico pueda soltarse más que cuando era ligeramente amonestado por sus antiguos jefes, los de la Conferencia Episcopal. Federico continuará blandiendo pese a cualquier informe o confesión sus argumentos certeros e inequívocos cuales iluminaciones divinas. Federico seguirá en sus trece pese a todo, aunque tal postura inflexible y obstinada sobre esos tres o cuatro temas ya casi zanjados, ensucie el resto de sus opiniones sobre lo que va llegando. Porque es obvio que Federico no está totalmente equivocado en todo aquello que dice. Pero el prisma desde que nos hace ver unos asuntos nos hace desconfiar de la mirada que dirige hacia otros. Por otro lado tampoco son muy halagüeños sus nuevos compañeros de viaje: la señora Aguirre, quien más allá de su implicación o no en los turbios asuntos que se han ido destapando en la Comunidad de Madrid, está su modus operandi, ese modo de despachar cada investigación con formas de faraona todopoderosa e intocable.

Con declaraciones tipo “eso no os importa”, “eso no se toca”, “eso es así porque yo lo digo”, la presidenta de Madrid ha despreciado el derecho de control de la ciudadanía, del “demo” de la democracia. Del otro lado se encuentra el director Ramírez, muestra viva de la indolencia informativa, superviviente no sólo de la información contrastada sino de lo que es más grande: de la contradicción entre sus diferentes editoriales. Así Federico toma la mano de quien sin el menor sonrojo será para la historia –la que se escribe de quienes ya son polvo– el arquetipo del que “donde dijo digo dice Diego”. Llegados a este punto no es de extrañar que a mí al menos me tiemble el futuro ante el triunvirato. Días vendrán y con éstos compañeros de viaje serán días extraños.

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