La revista amarilla
Me chocó durante largo tiempo la presencia del anuncio del tanatorio en las contraportadas de las revistas, sobre todo festeras…
Con bastante retraso, cuando ha podido ser, he recogido la revista ‘Villena’. Ese número doble tan especial, el 69-70. Agradezco a dos jabatas de la cultura villenera, Laura Hernández Alcaraz y Loli Fenor, que haya sido posible que llegase a mis manos. Cuando esta última me lo entregó en la Fundación José María Soler, sus palabras fueron contundentes: “toma; sin tanatorio en la contraportada”.
A mí también me chocó durante largo tiempo la presencia del anuncio del tanatorio en las contraportadas de las revistas, sobre todo festeras. Aunque en el fondo quería leer el sentido de la vida, la cara A y la cara B, el eros y el thanatos, la fiesta y la trascendencia. No sé. Hablar por hablar.
La cuestión es que ha aparecido la revista ‘Villena’ correspondiente a los años 2019 y 2020, con un diseño bellísimo. Ausente de publicidad. Como una publicación plenamente institucional. Imprescindible.
Para mí, la primera que ve la luz en ausencia de mi madre. Lo cual no es una cuestión banal. Fue ella la que comenzó a comprarla desde el número 1, cuando tenía 15 años, en la Imprenta Muñoz de la calle Mayor. Me contaba la ilusión con la que cada año la esperaba. Cómo fue coleccionándola. De hecho, allí moran los 68 números, en la casa donde nació y murió.
Lo que es la vida, una casa a la que ya no tengo acceso, y una calle Mayor, que da nombre a esta sección, por la que todavía me resulta imposible pasar. Cómo puede cambiarnos la vida una ausencia. Y es que Isabelita era mucha Isabelita.
Ahora comienzo mi colección de la revista ‘Villena’ desde el número 69-70. El primero sin publicidad del tanatorio en la contraportada. Una revista amarilla que marcará por muchas razones el inicio del resto de mi vida. Y no es casualidad que fuese precisamente Loli Fenor Miñarro quien, por circunstancias, me la entregó.