La Rockola de Fernando

La Rockola de Fernando: Han perdido

Han perdido y lo saben. Tal vez lo sabían ya cuando en el año 1959, un 31 de julio, un grupo de estudiantes radicales fundaba Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi y libertad), más conocida por sus siglas ETA. Tal vez lo sabían cuando el 18 de julio de 1961 intentaron descarrilar un tren con gente que se dirigía a San Sebastián a celebrar el alzamiento nacional, tal vez sin saber, ya en su ceguera, que todas aquellas multitudes de los actos franquistas se movían más por miedo que por patriotismo.
Tal vez lo sabían cuando, el 7 de junio de 1968, el asesino Txavi Etxevarrieta da muerte al guardia civil José Pardines en un control de carretera y, probablemente, más lo sabían cuando más iban matando, convirtiéndose en una jauría de lobos asesinos y sedientos de sangre que, sin darse cuenta, poco a poco iban haciendo de aquello su oficio, pues cuanto más se apartaban de la sociedad, más necesitaban de víctimas a las que asesinar y extorsionar, con el fin de conseguir esos billetes manchados de sangre que les permitieran pagar todo lo necesario para poder vivir y preparar el próximo atentado que les consiguiera más dinero para más atentados. Creaban esa espiral de muerte y violencia que es la forma en la que, curiosamente, descansan las serpientes, esa misma serpiente que forma parte de su anagrama comercial de sinrazón y muerte.

Tal vez lo sabían cuando en 1977 entramos en democracia y una amnistía decretada por el nuevo gobierno libera de la cárcel a todos los etarras encarcelados en España. Tal vez lo sabían en el 86 y el 87, cuando sus bombas cercenaron las vidas de 12 y 21 personas respectivamente en sendos atentados. Pero ya iba siendo tarde, era ya un oficio de 18 años y los aprendices se habían convertido en oficiales de primera y se habían apartado tanto de esa sociedad a la que supuestamente querían librar, de ya no se sabía qué, que ya no les quedaba más camino que el emprendido, un camino hecho a sangre y fuego que tardarían años en abandonar.

Sabían que iban perdiendo cuando todos los gobiernos que iban pasando por la Moncloa repetían que no habría negociaciones con ETA y que el único camino de esta era poner fin a sus acciones, entregar las armas y disolverse. Bien cierto es que algún partido (que todos sabemos) tuvo negociaciones con ellos por lo bajini, en la sombra, y que no llevaron a ningún sitio. ETA siempre sabía, siempre supo, que iban a perder. Los 829 asesinados en toda su historia les decían que iban a perder. Incluso los 146 fallecidos de la banda les decían lo mismo.

Así, el tiempo fue pasando, la democracia se fue asentando y las corrientes políticas diversas, tanto en el País Vasco como en el resto de España, cada vez les daban más la espalda, hasta convertirlos en esos lobos solitarios y asesinos que de vez en cuando necesitaban dar alguna dentellada simplemente para poder comer. Y por fin se empezó con la escenificación de la derrota. Primero fue un anuncio de tregua, luego un simulacro de entrega de armas y ahora en fechas próximas, la entrega de toda la chatarrería que les queda, armas viejas y desfasadas, muchas de ellas inservibles, y explosivos que hasta ellos tienen miedo de manejar por su inestabilidad, fruto del tiempo y la humedad.

El siguiente paso es lógico, la disolución. Esa costará un poco más. Los asesinos buscarán perdones a todo lo realizado, sin pensar en que antes que el perdón, está la aplicación de la justicia, y que antes de su integración a la sociedad, está el resarcir a las familias de todo el mal realizado. Esa integración también pinta mal. ¿Qué sabe hacer alguien que durante años solo ha sabido esconderse, extorsionar y matar? Pues eso es lo que sabe y no sabe más. Ni tienen oficio ni beneficio, por lo que imagino buscarán que sea papá Estado quien les mantenga de por vida, mientras ellos, al sol, seguirán llamando txakurras a los policías y contando sus "hazañas" a esos jóvenes vascos a los que el paro mantiene también sin hacer nada.

Luego, por ley de vida, se irán muriendo de forma natural, salvo alguno que, fruto de una de esas venganzas que nunca se acaban si no es con la muerte de alguien, morirá de forma violenta, de la misma forma en la que había vivido. Y así, llegará un momento en que ya no quedará nadie de ellos con vida y tal vez, una nueva generación libre y democrática en ese País Vasco, algún día, al tomar un zurito en cualquier bar de Rentería o de Mondragón, un joven pregunte “¿qué pasó con ETA?”, y entonces un viejo de mirada viva todavía, le responda... esos, esos perdieron.

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