La televisión
Lo dice el dibujante Juan Álvarez: "La televisión, para un niño de 1968, era la otra ventana al mundo; era ese aparato que empezaba a presidir los salones de todas las casas, que mostraba las ficciones del Régimen y las otras, aquellas que estimulaban la imaginación de los niños". Juan Álvarez, natural de Mazarrón, afincado en Mula, en 1968 tenía ocho años. Nosotros, cinco. Lo dicho para la televisión lo escribió en la introducción al cómic "1968. Un año de rombos" (Edicions de Ponent, Alicante, 2012), libro que recomendamos especialmente a nuestros conmilitones del 63, "Edad de Oro. Los 50, un Tesoro". Para el autor, su generación y al cabo la nuestra sea "posiblemente la primera generación audiovisual".
El editor y guionista de cómics, Antoni Guiral, nacido en 1959, en el prólogo al libro de Álvarez, prólogo titulado "La televisión como referencia", no lo duda: "Fuimos la primera generación audiovisual, [...]. La televisión pivotaba parte de nuestra existencia; nos ayudaba a conocer otros mundos, a forjar nuestra imaginación, a saber que más allá de nuestro barrio había vida, una vida que, en ocasiones, no se parecía en nada a la nuestra." Primera generación audiovisual, una generación entre generaciones "en un entorno cambiante".
Recomendamos este libro, especialmente a nuestros coetáneos nacidos en 1963, porque el cómic de Álvarez resulta espejo donde nos vemos. Todo nos suena próximo. Quizás la tele, aun siendo protagonista en nuestra infancia tenga demasiada relevancia en el libro, porque nosotros sentimos más nuestra infancia como calle, por encima de la tele. Pero es verdad que salpicábamos ya algunos juegos en la calle con lo que veíamos en la tele.
El cómic nos trae sentires y vivencias de nuestra infancia: el remordimiento del pecado, su peso en la conciencia; una escuela, todavía en algunos casos, con lastres autoritarios; la atracción del circo; la tortura de la siesta en verano, su sopor; la pasión de nuestros padres por el trompetista y cantante Louis Armstrong; las urgencias sin SAMU suplidas con coche y pañuelo; la obsesión por la muerte, el miedo a la muerte. Todo esto adobado en el libro con guiños hacia algunos hechos particulares o generales que, vividos en la infancia, resultan inolvidables porque de alguna manera nos marcaron. Todo penetrado por series televisivas, películas, concursos, canciones, anuncios, juguetes, personajes y libros: Daniel Boone, Daktari, Zampo y yo, la Ponderosa, Bonanza, Antena Infantil, José María Sánchez-Silva, el Santo, Maciste, Espartaco, Moshé Dayán, el La-la-lá compuesto por el Dúo Dinámico y cantado por Massiel, Iríbar portero del Athletic y de la selección, Mariano Medina el hombre del tiempo, Jim West, Superagente 86, Misión imposible, Ironside, Limón limonero cantada por Henry Stephen, Rintintín, Xan Das Bolas, el fugitivo, los invasores, Viaje al fondo del mar, Perdidos en el espacio, Tarzán, Gento, Amancio, el atleta Mariano Haro, Somos los conguitos, el paracaidista de plástico...
José María Sánchez-Silva había escrito en 1953 "Marcelino pan y vino". El relato fue llevado al cine dos años más tarde por Ladislao Vajda, con mucho éxito en España y en el extranjero. En la figura de Marcelino, el niño Pablito Calvo. En 1968 el escritor recibió el premio Andersen. En aquellos años en las barberías se puso de moda para los niños el corte de pelo "a lo Marcelino". Yo, teniéndolo rizado, me libre de ese flequillo rectilíneo. De Moshén Dayan, militar y político israelí, recuerdo que nos impresionaba su parche negro en el ojo izquierdo. Sentires y vivencias, anuncios, canciones, concursos, juguetes, libros, películas, personajes y series televisivas que compartimos por generación. Recuerdos, algunos, de un baúl que nuestros hijos miran con curiosidad y sorpresa.