Calle Mayor

La tenacidad de Romualdo

Yo lo quiero ver a estas horas junto a su amada Catina Valor y su querido amigo Pepe García Esquembre siendo feliz por toda la eternidad

La última vez que charlé largo y tendido con Romualdo Moreno Torres fue en las inmediaciones del Teatro Arniches de Alicante. Él había quedado con su director interino para venderle su producto estrella, un gran proyecto de zarzuela. Pero no sólo para que la representase en ese escenario, sino para que se pudiese ver por muchos otros. Y no sólo para que pagase un bolo, sino para que la Generalitat Valenciana se implicase en la producción.

Sin un duro en los presupuestos, y sin objetivos claros en sus planes, no te van a hacer ni caso, le comenté yo, que me conocía el paño, tratando de bajarle a tierra. Pero Romualdo siguió en lo suyo.

Había llegado con mucha antelación a su cita matinal y tenía todo el tiempo del mundo por delante. Me enseño los bocetos. Me enumeró los títulos que se le agolpaban en su mente. Me habló de cómo serían los ensayos. Y de las reuniones que tenía concertadas con los responsables de Cultura de la Diputación y de la Consellería en Valencia.

Aquel sueño, uno más, no cristalizó. Pero me hizo plantearme algunas preguntas. Si siempre fueron malos tiempos para la lírica, éstos aún peores. Qué hubiese sido de Romualdo de haber nacido nacido en otras tierras. O por el contrario, si es completamente imposible imaginar al Romualdo que conocimos fruto de otro lugar que no fuese Villena.

Yo lo quiero ver a estas horas junto a su amada Catina Valor y su querido amigo Pepe García Esquembre representando por enésima vez ‘El baile’, de Edgar Neville, siendo feliz por toda la eternidad.




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