La tensión del 8 de marzo
Hace una semana o dos, dependiendo de la fecha de salida a la luz de esta columna se celebraba como cada año el Día de la Mujer. Un día especial y particular como tantos otros días especiales y particulares: el día del libro, el del teatro, el del árbol, el de las enfermedades raras, etcétera. Un día en mayúsculas coincidente con alguna fecha reseñable del problema a reivindicar. Y digo, sí, reivindicar, y digo, sí, problema, puesto que no se trata de honrar o celebrar. No se trata de llevar flores a una mujer o a un árbol, sino de hacer hincapié y poner de relieve una lamentable situación de injusticia necesitada de solución. Así que no importa si hoy es 8 de marzo, 17 de marzo o 3 de abril (fechas en que se desarrollarán las II Jornadas feministas organizadas por EU Villena), porque la desigualdad existe y no bastan todos los días del año para comprenderla: discriminación salarial, lenguaje sexista, violencia machista, micromachismos, presencia en cargos de responsabilidad...
Veo año tras año en la calle y en las redes sociales cómo aumenta la tensión durante la celebración del 8 de marzo. Y no es solo que el cuñadismo término de moda que hace referencia a las opiniones tópicas, vehementes e indolentes saque de quicio a las personas de verdad afectadas por una situación desfavorecedora. Comentarios que piden un Día del Hombre o que acuñan términos ofensivos a cualquier mujer que exija lo que por justicia le pertenece. Y es que de verdad resulta preocupante que pese a las cifras presentadas y a las actuaciones (o falta de actuaciones) políticas sufridas, nuestra sociedad se empeñe en regalar flores o a felicitar en su Día a las mujeres en lugar de defender una sociedad verdaderamente justa, percibir al menos el agravio y tomar postura, actuar en consecuencia: No me felicites. Levántate y lucha, ese es el mensaje que aparece cada vez más en las redes, en las pancartas y en los labios de unas mujeres cada día más beligerantes y vivas.
¿Qué haría cualquiera si no, cuando no solo no se atienden sus reivindicaciones, no se contempla la desventaja a la que le someten las reglas de juego actuales, no se toman medidas? ¿Qué haría cualquiera cuando se menosprecia su problema, se ignora, se ridiculiza? Gritar. Sí, gritar como gritan cada día millones de mujeres. Y cada día más conscientes e irritadas. Frente a un sistema que no es igualitario, frente a unos hombres cómodos y despreocupados que no atienden a razones. Vaticino y espero que la creciente tensión existente entre las mujeres y la sociedad consiga poner finalmente contra las cuerdas a este sistema patriarcal, comodón e interesadamente ignorante, donde vivimos. Porque finalmente ganarán. Lo harán. Ganarán. Estoy convencido. No a nosotros, los hombres, no nos equivoquemos más. Ganarán y conseguirán una sociedad más justa, más igualitaria, mejor para todas y para todos. Una sociedad feminista.