La vergüenza nacional
No me gustaría tener que enumerar los asuntos que pueden responder al titular que encabeza hoy esta columna. Son demasiados, y ninguno superficial ni falto de urgencia. Tantos asuntos que basta con citarlos para tomar aunque sea un gramo de conciencia y sentir que esta sociedad en que vivimos no solo no vive su mejor momento, sino que se perfila como inmadura e irresponsable. Una sociedad que apenas aguanta con alfileres tal denominación. Porque es sociedad la que no cuida de todas las personas que la conforman. La que no es capaz de imponer los valores comunes que la caracterizan frente a los intereses individuales, frente a las desigualdades y frente a la convivencia.
Vergüenza nacional son la falta de cuidados a la infancia, la tercera edad, las personas con desventaja social. Vergüenza nacional son la desfachatez y la arrogancia de la clase política, su descuido por mantener un comportamiento democrático y representativo. Vergüenza nacional son nuestras livianas actitudes para defender nuestros derechos, más vergonzosas todavía cuando se muestran con tanta descortesía e intransigencia en barras de bares, comidas familiares y redes sociales. Vergüenza nacional es la desconsideración que merecidamente mostramos contra los medios de comunicación, insuficiente para que cambien un ápice su tendencia. Y vergüenza nacional es la falta de credibilidad que ha demostrado el poder judicial, ese ente pretendidamente autónomo, mostrando sobradamente sus grietas a través de sentencias, vacilaciones y críticas internas.
Pero hoy la verdadera vergüenza nacional es la indolencia (o despreocupación, o inacción) que mostramos como sociedad frente a la violencia contra las mujeres. Basta mirar las cifras de este 2018, o las de cualquier año anterior. Incluso el 25-N, día de la protesta, como despiadada constatación de nuestro grave problema conocimos la noticia del asesinato a puñaladas de otra mujer, Rokhaya, en Monzón. ¿Se puede llamar sociedad a un conjunto de personas que permiten aberraciones con tal número y magnitud? Yo diría que no. Se podría llamar de cualquier otro modo, pero no sociedad. Porque una sociedad no solo asegura seguridad y protección, sino que también escucha y actúa: ¿no se escuchan las millones de voces que exigen el cumplimiento de la Ley sobre la violencia contra la mujer?
Hoy, tras las manifestaciones del 25-N, seguimos adelante: sin la más mínima seguridad de que algo haya cambiado o vaya a cambiar. ¿Y qué queremos? Más bien: ¿qué necesitamos? Pues necesitamos una respuesta clara y directa. Necesitamos declaraciones inmediatas y concretas por parte de cualquiera que suponga o pretenda ser una representación política de nuestra sociedad; por parte de quienes imparten justicia y de quienes se ocupan de nuestra seguridad. Necesitamos una puesta en marcha de medidas, acciones, mecanismos. Necesitamos educación, concienciación y vergüenza en las calles. Necesitamos una sociedad que aspire a ser tal, a ser mejor.