La vida normal
De modo que es esto a lo que se refieren cuando dicen vida normal: el regreso entumecido a las aulas, el descenso de las temperaturas, el retorno de los comercios a sus horarios, la ausencia de un oasis que rompa la continuación de las jornadas laborales, la noche ganando minutos a las horas solares, las ligas deportivas, el ¿nuevo? curso político, los colores pardos, grises, oscuros inundando como una marea nuestras ropas, la venta de lotería navideña abriendo la puerta un año más al recurrente cuento de la lechera. Mientras, la vida anormal desaparece, se traslada allí donde guardamos los recuerdos agradables, un espacio virtual y propio.
Pero mientras estábamos, queridas personas, haciendo lo que durante el resto del año no hacemos, siempre hay alguien que no duerme (El coleguilla, La Polla Records, 1990), cosas que no pasan, medidas que no se discuten ni se comentan en voz alta. El maravilloso cup of café con leche, por ejemplo, nos ha ahorrado el enfado de conocer las cifras despilfarradas en las candidaturas presentadas. El problema gibraltareño o el del pederasta indultado, han pasado por encima de la reducción de los modelos de contrato laboral y del cambio de valor en el incremento anual de las pensiones que pasa de tomar como referencia la subida de los productos de consumo, para establecerse en relación a la Caja estatal (tan pobre como puedan imaginar). Las Fiestas en nuestra ciudad también pueden haber servido de bálsamo a las heridas abiertas durante el mes de agosto. La celebración el mismo día 5 de septiembre del juicio al concejal villenero Juan Richart podría haber sido una estupenda estrategia para escorar la noticia de la presumible pena de inhabilitación a la que se enfrenta, algo todavía por llegar tras el aplazamiento sufrido.
También nos queda pendiente y fuera de la anécdota taurina, el envite realizado al alcalde por el grupo socialista, en boca de los concejales Fulgencio Cerdán y Carlos Beltrán, quienes a finales de agosto en rueda de prensa consideraron inadmisible las formas con las que se desenvolvió el concejal imputado tras regresar de su baja a sus labores municipales. Declaraciones no exentas de indignación, y tan determinantes que consiguieron atraer muchas miradas hacia su grupo político, tan poco dado al talante exhibido. Y el guante fue recogido por el señor Esquembre quien, con la ventaja de las Fiestas por delante, aplazó el debate no sin advertir que su grupo no aceptará un ultimátum.
Y aquí estamos esperando, no sé qué, la celebración de un acto de conciliación o la expulsión del concejal de VCD, o la ruptura de la coalición de gobierno. Pero esperando, eso sí, que cada cual sea consecuente con sus decisiones. Porque eso de que las palabras se las lleva el viento ya resulta demasiado hastiante, por no decir engañoso e irresponsable. De modo que aquí me quedo, en mi vida normal, esperando no desesperar.