Cultura

Las Cinco Campanadas

Perdonen, queridas personas, la insistencia con la que les he hablado a lo largo de estas semanas sobre la propuesta escénica de la leyenda de Las cinco campanadas. Espero que como excusa sobre tal hincapié les sirva la ocupación que tal aventura ha tenido en mis pensamientos. En cualquier caso con esta entrega cierro el capítulo asegurándoles que estos espacios donde periódicamente transito volverán a abrigar nuevos e insospechados razonamientos. Perdón nuevamente y gracias. Me gustaría y así lo voy a hacer, aprovechar para nombrar a quienes colaboraron en las representaciones de la leyenda durante el Mercado Medieval, personas y colectivos que no anunciamos por falta de un programa de mano donde reflejarlos; también me gustaría comentarles algunas de las líneas argumentales sobre las que se sustentó el producto realizado al hilo de las presentaciones.
Comenzaremos por el principio, con la intervención de Juana Valera entre el público del Mercado. Media hora antes del inicio del montaje sobre la escena, Juana recorría las calles advirtiendo a unos y a otras sobre la señal acordada para prevenir el ataque que el ejército del Castillo ejecutaría sobre Villena. Como un secreto, divulgaba la clave filtrada por una señora que escuchó las instrucciones de Pacheco a sus hombres. Tras esta acción y a la hora convenida, un tema musical interpretado con campanas daba comienzo a la actuación sobre escena. Allí, invirtiendo la prohibición medieval que impedía a las mujeres subir al escenario, Josefa Oliva y Mónica Fita, vestidas con holgados trajes de hombre, tomando el puesto de unos productores teatrales de nuestros días, suplicaban perdón por las miserias de su compañía y por las bufonadas de la representación. Presentaban a la compañía, cuya figuración tras las máscaras estuvo apoyada por las peñas de la Casa Coloma y de Los Terciarios, quienes también serían los portadores de los iconos que figuraban los soldados del cruel ejército atacante. Las introductoras realizaron la labor del director medieval, al situar al público en el espacio y lugar donde tendría lugar la representación, así como al indicar a la asistencia la importancia que las campanas tenían en la vida social de la época.

Tras la presentación tuvo comienzo la narración de la leyenda. Era Dk el encargado. Un MC, un cantante de Hip hop, quien tomó la responsabilidad de encajar los octosílabos sobre sus melodías musicales. Al igual que en el medioevo se combinaron párrafos cantados con otros narrados, buscando atraer con los cambios rítmicos y la expresividad de cada una de las partes al público congregado. Durante la narración aparecieron carteles que indicaban en qué punto se encontraba la historia, papel que también jugaron algunas ilustraciones tras las que Andre E. F. y Paco López daban vida con sus rostros a los personajes. Estas rudimentarias intervenciones gráficas se servían del sencillo pero contundente estilo iconográfico de la época, conjugado con ciertas licencias irónicas consentidas a duras penas por clérigos y nobles. La Asociación de San José también colaboró en la ambientación de una escena donde la apestada era purificada, así como en el reparto de incienso entre el público, buscando conseguir con ello una pequeña participación de los asistentes en el desarrollo del espectáculo.

Me resta por último agradecer a la Asociación del Rabal la confianza depositada en nuestro proyecto, confianza ciega puesto que nada supieron del mismo hasta el momento de su estreno. Gracias a esta libertad, nuestra compañía pudo, de entre los cientos de modos posibles de contar una historia, decidir cuál era el más cercano a su criterio. Y a modo de post data queda aplaudir además del generoso tiempo que nos regaló nuestro público, la inestimable ayuda de Jose P. Montilla y la paciencia y aportaciones de Inma Sanjuán y de Andrés López, igual que el apoyo de la empresa Soler García.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba