Las entrevistas de EPdV
Casi mitad de marzo y sin vender un clavo. La primavera ya está ahí afuera y el mercado electoral regional y municipal, que aprovechará el empuje de los comicios europeos, comienza a dar muestras de vitalidad (lo que no siempre es una cualidad positiva). Yo, aquí, de noche, en el despacho azul, entretenidas las manos entre este viejo teclado IBM y este joven Monastrell-Merlot, casi antes de comenzar a hablar con ustedes, decido releer las entrevistas que el último número en papel de este medio al hilo de los Presupuestos Municipales dedicó tanto al concejal de Hacienda David Molina, como al alcalde de nuestra ciudad, Francisco Javier Esquembre (cada cual tiene sus rarezas).
Escucho el discurso compartido como no podría ser de otro modo acerca de cuál debe ser el comportamiento de nuestra ciudad en relación a su situación económica. Igualmente considero el bagaje al que hacen referencia (incluyo aquí el otro bagaje al que después apuntará José Joaquín Valiente en respuesta, como portavoz de la oposición y como miembro del Equipo de Gobierno anterior). Y percibo de forma positiva el esfuerzo por situar Villena en su espacio-tiempo. No es un trabajo baladí. Es como dedicar en medio de una competición unos segundos para determinar cómo te encuentras: las piernas bien, el corazón acelerado, los movimientos imprecisos
Un trabajo y unos segundos necesarios para reservar fuerzas aquí, para prestar mayor atención allá, para corregir estrategias que nos protejan de reincidir en anteriores errores
En ese sentido, si es cierto todo lo que se dice, o se ha logrado llegar hasta las expectativas anunciadas, es muy positiva esa estrategia por determinar dónde y cómo está Villena hoy y actuar en consecuencia. Con tal conocimiento se puede caminar con firmeza.
Una cosa distinta será la voluntad y el carácter de la ciudadanía sobre la que se operan estas disposiciones. Quiero decir, el tiempo que sea capaz de aceptarlas. Porque si bien podemos sentir necesarias unas medidas racionales y austeras en unas circunstancias dadas, también puede ocurrir que una vez sobrevoladas y aún a pocos metros del peligro, la idiosincrasia de la ciudad manifieste unos intereses menos conservadores y prácticos sin llegar necesariamente a excesos piramidales. Y es que es inevitable a quien se dedica a corregirnos y a cuidarnos, a contenernos y a educarnos, acusarle de paternalista. Puesto que siendo una acusación mucho más deseable que la de estafador, dictador o despilfarrador, provoca un escozor social igualmente insoportable.
Las entrevistas de este mes han sido oportunas y esclarecedoras gracias a su extensión y al fino trabajo del señor Prats (magnífica la pregunta de apertura en el terreno personal al señor Molina). De modo que desearía encontrarme con otras el próximo mes, con otras caras por supuesto, y otros discursos que dejen entrever tanto las opiniones, como las convicciones, como el modo en que se expresan las figuras sobre las que dejamos a cargo nuestra ciudad.