Las Instituciones del Estado huelen a podrido
Ahora hemos sabido que Jordi Pujol, exPresidente de la Generalitat de Cataluña, se enriqueció con dinero público. Cercado por las investigaciones no ha tenido más remedio que confesar que todo es cierto, que evadía capitales a bancos extranjeros y que se hizo con una fortuna. No nos debe de extrañar que su hijo, Oriol Pujol, haya seguido sus mismos pasos por imitación filial, ocupando un sillón durante años en el Parlamento catalán. Pero lo realmente escandaloso es que lo sabían Felipe González y José María Aznar, las cúpulas de PSOE y PP, que tan bien se alternan en el Gobierno de la Moncloa.
A cambio de hacer la vista gorda tenían plenas garantías del mandatario catalán de que no abriría la vía independentista, que con su Estatuto de Autonomía tenía suficiente y no pondría en riesgo la unidad de España. O sea que, una vez más, utilizan unos y otros esa connivencia de mirar a otro lado para no desestabilizar el equilibrio institucional. Así ha ocurrido durante años con los negocios particulares del abdicado Juan Carlos, ahora aforado para siempre, al que su hijo Felipe VI le pondrá el sueldo vitalicio que se merece. Así ha ocurrido con el que fue líder balear Jaume Matas, con el exjefe de Castellón, Carlos Fabra; con el exconseller valenciano Rafael Blasco; con el actual Presidente de nuestras Cortes, Juan Cotino, y un largo etcétera difícil de explicar.
Así ha ocurrido con los sobresueldos que entregaba Bárcenas, con la financiación ilegal de los grandes partidos y sindicatos, con los EREs de Andalucía y un sinfín de ejemplos más; por no recordar los antiguos escándalos de los Fondos Reservados o los de un exdirector general de la Guardia Civil. De modo que si se repasan las hemerotecas encontraríamos listas sucesivas de fraudes, corrupciones, desmanes y privilegios ocultos de una clase política, a la que algunos llaman casta y encima se enfadan, que ha sido institucionalizada para no dañar sus sillones ni sus hermosos sueldos.
Cuando IU, desde hace años, solicitaba comisiones de investigación en los distintos parlamentos se encontraba con un canto en las narices. Ahora salen otras voces como Podemos con la misma intención de aclarar los abusos y depurar responsabilidades y ya tenemos el lío, pues acusan las altas esferas de la política de que esa izquierda alternativa es radical, extremista y sólo pretende alcanzar el poder para instalarse ellos e implantar luego una dictadura. Es la única defensa que tienen, atacar a quienes quieren limpiar la era con la denuncia, no con las armas. Pues lo único claro es que altos organismos e instituciones del Estado deben cambiarse de arriba abajo. Sin embargo los que quieren mantener las cosas igual se escandalizan.
Por ejemplo, ¿sirve para algo la Comisión Nacional del Mercado de Valores? Sí. Pero hay que exigir cuentas a sus responsables, porque durante años han mirado a otra parte mientras se producían pelotazos urbanísticos y desmadres en Bancos y Cajas de Ahorro. Y los ineptos o a la calle o a la cárcel. ¿Sirve para algo el Banco de España? Sí. Pero habrá que depurar a sus gobernadores y gestores, porque hicieron oídos sordos ante la reclamación de buena parte de su Cuerpo de Inspectores, que denunciaban irregularidades y tratos de favor. ¿Sirve para algo el Tribunal de Cuentas? Sí. Los que sobran son sus responsables por permitir conductas que vulneran sus propios reglamentos.
Por tanto no es que la izquierda alternativa, IU, Podemos, Equo, deseen eliminar costumbres a base de guillotinas, no. Pero sí sentar en los banquillos a innumerables personajes que han hecho de su poltrona un paraíso particular y han hecho y deshecho a su capricho y antojo. Porque lo que es absolutamente cierto es que en este país nadie dimite, y lo que es peor, nadie cesa a nadie. Y estos vicios, amigos lectores, hay que erradicarlos cuanto antes. Si no, seguiremos perdidos y enfadados con razón.