Las llamas de los suburbios
Hace años en Salamanca vi el fuego de los suburbios. Ardor que quise convertir en palabras porque lo viví como palabras. Verbos que desde la inquietud social y enamorada juveniles acaso tendría veintitrés años quise hacer poema. Fue sobre el puente romano, de espaldas a la exuberante historia de la vieja ciudad, contemplando de la mano de Lazarillo eterno del paisaje patrio la realidad de las afueras. Las afueras... ¡Cómo nos tienta Gil de Biedma cuando queremos hablar de poesía! Porque venimos a hablar de poesía.
"Las llamas de los suburbios" es el título que José Luis Zerón ha elegido para un librito, antología de su poesía, editado por la Fundación Cultural Miguel Hernández. ¡Qué bien que el Centenario del poeta se celebre editando versos! Si los versos nacen en Orihuela, acaso sea anécdota. Pero hay que reconocer que la ciudad y la Vega tienen un buen plantel de escritores que trabajan la poesía con exquisitez. Y no es por el aire. Que "Empireuma", la revista que codirige en Orihuela precisamente Zerón con su mujer Ada Soriano, también poeta, ha mantenido la lumbrera del quehacer versificador y del interés literario, también filosófico, contra todas las adversidades que contra literaturas trae nuestro tiempo, sirviendo la especializada publicación de altavoz y abrigo o sagrario para quienes escriben sensibilidades.
Zerón nos obsequia con versos que son fruto, como catarata, de su ser sempiterno de poeta. Y como catarata son constancia espectacularmente bella que en apariencia es la misma pero nunca lo mismo. Porque el agua fluye y se renueva para no ser estanque putrefacto. La cascada se hace siempre de agua la esencia pero una vez hecha ya no se puede volver a hacer igual. Así veo yo la poesía de Zerón, como constante corriente que constantemente se renueva. Porque cuando llega ese "irremediable después" que nos dice desde la obsesión por la poesía este obsesionado poeta "orfebre desamparado", ese instante que nos trae lucidez para enjuiciar la propia obra, sólo cabe crear otra nueva. Y esto nos lleva a hablar de otro poemario suyo, "Ante el umbral", recientemente editado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.
Aquí, la catarata, que tiene sus intensidades según la altura de caída, se transmuta en mar bravío durante una tormenta perfecta. "Ante el umbral" son versos con mucha intensidad que intencionadamente nos atosigan. Y si no fuera porque conocemos personalmente a Zerón delgado en extremo y bondadoso también en extremo sentiríamos estos versos como rugidos de basilisco, bramidos intensos de quimera. Tremendos. Suerte su belleza que no hace sino convertir en magnífica la intensidad, en colosal fuerza esta poesía de un poeta de continuo indagador de la propia poesía y de la vivencia. De este poemario también cabe señalar por justicia la portada, obra del artista José Aledo a quien Zerón dedica un salmo que nos ha gustado mucho. Aledo se merece estos honores por su comprometida labor cultural. El poema dedicado es un buen homenaje al artista entregado y generoso en humanidades.
Terminando, y quizás nos tira nuestra deformación profesional de geógrafo, tenemos que hablar del paisaje en la poesía de Zerón: Un paisaje que se hace con las "ruinas acumuladas en la memoria", un paisaje realidad y espejismo, interrumpido por la propia realidad, muerto y recreado, doloroso, que declina, que se arruina ante esa realidad que lo conforma pero que interrumpe con objetos incómodos la contemplación de un poeta que estima más los espejismos, aunque al tiempo éstos le desesperan. En la poesía de Zerón hay toda una geografía física que es muy humana y, en tempestad plena, tormenta perfecta de versos.