Las marcas blancas
Siendo ésta una sección taurina no faltará quien crea que voy a referirme a las rayas que se ponen en el ruedo para el tercio de varas. Sin embargo no van por aquí los tiros, debido a que son otras las marcas blancas que me parecen preocupantes. En lo taurino son marcas blancas aquellos matadores y ganaderías cuyo producto no se diferencia de otros similares: mismos cachés, encastes, estilos y comportamientos, que dan lugar a festejos desnaturalizados que están muy bien para las fiestas de los pueblos, pero que dicen muy poco para los aficionados.
Me atrevería a señalar el comienzo de este fenómeno por la época de esplendor de El Cordobés, que a pesar de parecerme un torero poco acertado en lo taurino, es sólo una referencia de partida. Mucho cuidado me llevaré de personalizar lo más mínimo porque estoy convencido que mis lectores sabrán perfectamente a quiénes me voy refiriendo aunque no los vaya enumerando.
En alimentación el auge de las marcas blancas parte de hace una década y media, y en estos tiempos de crisis se hace casi obligado plantearse estos productos como una opción de compra. La duda que se me plantea es si de verdad los productos que se venden bajo una marca blanca tienen la misma calidad que el etiquetado con la marca del fabricante. Para responder a ello voy a considerar dos ejemplos muy probados, como consumidor de marcas blancas que soy: Horchata de chufa y flan de vainilla. Al comienzo de la era de las marcas blancas era difícil paladear la diferencia entre la marca de primera y la de segunda. Como además la diferencia de precio era sustancial no teníamos que pensarlo demasiado. Con el paso del tiempo todo va degenerando y mientras que los fabricantes mantienen la calidad del producto que se etiqueta bajo su marca, aun a costa de incrementar su precio, disminuyen sensiblemente la calidad del que fabrican para el distribuidor para ser capaces de mantener los precios exigidos por éste.
Hagan ustedes mismos la prueba. Con los productos que les propongo o con los que prefieran. Además pueden experimentar en cualquier cadena de supermercados, porque el resultado no varía. Compren una botella de horchata marca blanca y cátenla junto con otra de vitola. Si optan por hacer este experimento con los deliciosos flanes de vainilla verán que no es necesario llegar al paladar, pues con sólo comparar los colores se darán cuenta que no son el mismo producto. Hasta tal punto ha llegado el grado de pérdida de calidad de las marcas blancas que una conocida marca de yogures explica en su publicidad que ellos no fabrican para otros y argumenta esto como un signo más de su buena calidad.
Como decía, no haré gala de las marcas ni los nombres. Ni para vilipendiar ni para ensalzar. Apenas se libran unos pocos fabricantes y una cadena de supermercados con gentilicio británico. No hay crisis tan grande como para permitir que algunos tomen el pelo a los consumidores. Comprar los mejores alimentos se logra haciendo algo tan sencillo como preparar concienzudamente el presupuesto familiar, adquirir sólo lo necesario y no dejarse atrapar por las trampas que los propios establecimientos nos tienden.
Cuando vean anunciadas las corridas de toros de las próximas ferias hagan lo propio y escojan los carteles sin pensar en las revistas del corazón y de la entrepierna.