Las otras soluciones
Dice un proverbio alemán que aquello que sólo ocurre una vez es como si nunca hubiera ocurrido. A esto podría responderse con otro proverbio, esta vez árabe, que nos dice que todo lo que ocurre una vez, puede que no ocurra nunca más. Pero todo lo que ocurre dos veces, ocurrirá ciertamente una tercera, que es lo que en España venimos a referir con nuestro no hay dos sin tres. Pues bien, al hablar la pasada semana de un partido que buscara las soluciones fáciles (PSF), y con la idea de que no quede como algo que nunca ha ocurrido, me inclino esta semana a hablar del Partido de las Soluciones Difíciles (PDLSD) al que sujeto con tanta sigla con dos motivos: primero para no confundir con unas siglas pertenecientes a un partido ya existente; y segundo para darle un inicio acorde a su idiosincrasia.
La agrupación de la que tratamos es un partido que vaga del pasado al presente y nunca mira el futuro. Es un partido que nos trae contradicciones que se dan hoy en relación a lo que ocurrió hace ya tanto tiempo, no admite el cambio de opinión tampoco en su mismo funcionamiento pero toda opinión y postura propia y presente es la más acertada (no hay porqué mirar atrás). Para el PDLSD cualquiera que esté en el poder, no siendo él mismo, ha cometido los mayores errores que podían darse desde que comenzara la democracia. Nadie puede hacerlo bien si ese nadie no es él mismo y cualquier buena opinión también es suya con aportaciones propias que ya traía pensadas de casa. Si alguien pretende hacer, pongamos un campo de golf, nuestro partido ya lo había pensado aunque en su proyecto también consideraba la ubicación una noria gigante. Cualquier cosa, proyecto, entonces no es suficientemente dificultoso para el PDLSD, pues todo, cualquier cosa, puede embarullarse más todavía. No obstante y pese a todo que es mucho, pero también es inverosímil nuestra agrupación sabe que no puede alcanzar el puesto de mayor relevancia en la política aunque sea lo que desea y solicite y no entienda los motivos que impiden tal cometido casi divino. Lo fácil sería esforzarse en conseguir los suficientes votos para lograrlo, lo difícil: forzar al grupo ganador con nuestra aportación de papeletas con el fin de obtener lo pretendido. Lo fácil: presentar personas, propuestas, reflexiones documentadas; lo difícil: generalizar, mellar al contrario, exagerar, estar siempre en la palestra sin nada que decir.
No es algo desconocido que en el momento en que nos encontramos todos los partidos sean un poco, o un mucho, partidos de soluciones fáciles, como tampoco lo es que los veamos como partidos de soluciones difíciles, aunque éstas últimas no logremos identificarlas como tales. Creo que no es difícil, si además nos ayudan, valorar, saber qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal hasta ahora, y qué es viable y qué no lo va a ser en el futuro. Saber dónde está la lucha y por qué. Sin embargo adivino en mí mismo muchas dudas, muchos cabos sin atar, que no me dejan valorar realmente muchas de las pugnas que andan sobre las mesas. Valdría quizás con algo tan simple como aplicar a cada proyecto de cada programa las siguientes seis preguntas: qué se quiere, para qué, para quién, cuándo, cómo y cuánto va a costar. Valdría por supuesto encontrarlo así, por escrito, y no en boca de un vecino, una amiga, una barra de bar. Y si así valdría, ¿por qué no es así cómo nos lo encontramos? ¿Quizás somos también, queridas personas, amantes de los culebrones, de las soluciones difíciles?