Bien estamos, estamos

Libertad sin ira

La mayoría de los españoles, por fortuna, supimos con claridad qué era lo que no queríamos ser

El principio de la Transición nos pilló creciendo. Y con doce o trece años uno aún está en otras cosas más propias de la adolescencia. Pero el terremoto sociopolítico acaecido en España en el segundo lustro de los setenta fue tan intenso que resultaba imposible que pasara desapercibido hasta para quienes vivíamos la edad del pavo. Aquel periodo tuvo, como una película, su correspondiente banda sonora, principalmente compuesta de canciones. Entre las canciones, sobre todas, Libertad sin ira, de Jarcha.

—Libertad, libertad / sin ira, libertad. / Guárdate tu miedo y tu ira… —repetía y repetía el estribillo. Con insistencia. Esto tras recordar, como nebulosa del pasado y como cosa que "dicen los viejos", la guerra, las "dos Españas", "el rencor de viejas deudas"… Y la necesidad de "palo largo y mano dura / para evitar lo peor"; porque "todos aquí llevamos / la violencia a flor de piel". Mas sobre esto, una realidad de gente "que sufre y calla, dolor y miedo", gente obediente –"hasta en la cama"–, gente que anhelaba pan, hembra y fiesta en paz, "vivir su vida, sin más mentiras y en paz". Motivadora letra para afrontar una época de cambios.

Hace poco, finales de agosto, en EL MUNDO, Raúl del Pozo, en su columna El ruido de la calle, bajo el título "Feijóo y el señor 'no'" denunciaba que "el sectarismo es un mal endémico de la política española". No le falta razón. Antes, también en EL MUNDO, en abril pasado, Claudia Múgica lamentaba el arraigo del cainismo en España, desde hace siglos. Y antes, en febrero de 2020, en EL PAÍS, Manuel Vicent, bajo el título "Aterrizar", contrastaba el comportamiento sectario de los políticos españoles en la sesión de apertura de las Cortes con el final feliz tras el accidentado despegue del Boeing 767 de Air Canadá en Barajas. "Mientras en el Parlamento –escribía Vicent– los políticos se peleaban como gallos de corral, en el aeropuerto los equipos de salvamento funcionaban a la perfección. (…) lo que demuestra que existen en verdad dos Españas: la de los profesionales que saben lo que hacen y cumplen con su deber y la de ciertos políticos que gritan, insultan, imparten el viejo odio cainita y en el fondo no saben nada de nada. Si la crispación política se hubiera instalado en Barajas, el avión se habría estrellado".

Frente al sectarismo, durante la Transición cupo la conciliación. Es esa España retratada en El abrazo de Juan Genovés frente a la España plasmada por Goya en Duelo a garrotazos. Cuando la editorial Galaxia Gutenberg publicó la Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018), coordinada por José Álvarez Junco y Adrian Shubert, nos alegró que el cuadro de Genovés sirviera como portada. Lo dijimos en DIARIO DE LA VEGA (26.05.2020) lamentando, no obstante, la crispación política reinante.

La Transición no estuvo exenta de tensiones ni de conflictividad graves: huelgas, amenazas de muerte a libreros, conferencias y reuniones censuradas, multas y detenciones a periodistas, terrorismo (ETA, GRAPO, Guerrilleros de Cristo Rey)… Impactándonos el asesinato contra los abogados laboralistas en Atocha. O la bomba en la cafetería California 47 y…

Una sarta de atentados y secuestros con una criminal constancia que salpicaron de sangre y desesperanza aquel periodo, tensionándolo hasta extremos delicados, con riesgo de romperse. Pero la mayoría de los españoles, por fortuna, supimos con claridad qué era lo que no queríamos ser. Así, cerrándose la Transición, sírvanos otra canción. Ésta de Víctor Manuel. Corría el año 1983 y… "Desde el pirulí se ve un país / confundido y feliz de perfil / que anda descubriendo como es / aunque sepa muy bien lo que no quiere ser".

(Votos: 7 Promedio: 3.9)

Un comentario

  1. Buen relato.
    La canción que sirve de titular en el artículo la escuchabsn mis alumnos aquí en Santander en la primera década del recién iniciado siglo actual.
    A sus inquietas preguntas les emplazaba a repetirlas en casa para ser respondidas.
    En una puesta en común surgieron , como no podía ser de otra manera, respuestas de todo tipo y todas respetables.
    Lo que más suscitó su interés fue la explicación de uno de ellos sobre el monolito blanco de la paloma que había en una rotonda cerca de nuestro colegio.
    El chaval explicó que la razón del monumento fue porque allí puso ETA una de sus varias bombas con las que azotó esta bella capital.
    Lo conocía de primera mano porque allí murió un familiar suyo junto con otros civiles que, por error de cálculo de los terroristas en el estallido, pasaban por allí como cada día.
    También fueron heridos los objetivos de los terroristas.
    Como dices, ersn adolescentes, pero el terror no entiende de edades.

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