Limpieza de Fiestas (I)
La verdad es que una vuelve de vacaciones y le importa un pimiento lo que ha pasado en el pueblo en las últimas semanas. Menos mal que le dejé al Director la columna escrita, porque allí en Bellreguard no me apetecía nada de nada ponerme a escribir sobre lo pensaba de lo que pasaba aquí, aunque tengo que reconocer que un poco de mono sí que tenía.
Una tarde me fui, sin que nadie lo supiera, a un locutorio de esos que van los inmigrantes a llamar a sus países para conectarme al periódico, pero qué quieren que les diga, con el bikini puesto las cosas se ven de otra manera, es como si todo lo que estaba ocurriendo aquí en realidad estuviera pasando en otro planeta, hasta la visita de Camps me pareció como si estuviera ocurriendo en el universo interestelar.
Pero todo lo bueno se acaba y de pronto me encuentro en mi casa, con la escalera sin limpiar desde hace más de tres semanas y con la cruda realidad de tener que pasar al menos once meses en mi mismo edificio. Y no es que me deprima, porque como me decía una vecina mía del apartamento que vive en Horcasitas, ya vendrán tiempos mejores y volveremos a encontrarnos. No es que me sirva de consuelo, pero sí que me regocija pensar que las vacaciones nos dan un respiro para volver a lo nuestro.
Y en mi caso lo nuestro es la limpieza de fiestas, un totum revolutum que he heredado de mi madre y al que no le acabo de encontrar el sentido: por más que pasen los años no entiendo por qué en agosto tengo que poner la casa patas arriba y, vaporetta en mano, recorrer cada uno de los rincones de mi casa. Pero no lo puedo evitar; cuando se acerca el final de las vacaciones ya estoy pensando por dónde voy a empezar, si por las ventanas, si por el cuarto de baño o por la habitación de mis hijos. En agosto toca limpieza de fiestas, salga el sol por donde salga. Menos mal que las cosas no son como antes, ahora en una semana te liquidas todo el piso; antes sí que era un suplicio: teníamos que limpiar toda la casa con lejía, desde las paredes hasta el suelo pasando por las ventanas y los cristales, como si en todo el año no limpiáramos nada, cosa que no era cierta, al menos en mi casa. Pero ahora la cosa es bien distinta, ahora tenemos aparatos y productos para todo, desde el Pato WC hasta el Cillit Bang, la suciedad se va en un bang, mi último descubrimiento, que me tiene alucinada y del que espero hablaros la semana que viene. Pero os aseguro que he encontrado pocos productos de limpieza que se parezcan tanto a lo que se promete en las campañas electorales y éste es uno de ellos, vale una pasta y hace lo mismo o menos que los detergentes normales que venden en todos los sitios. Eso sí, lo venden como los productos de las dietas milagro: sale un tipo, mete una moneda de cinco céntimos en el Cillit Bang y la moneda sale de la Fábrica de Moneda y Timbre, pero luego en el suelo cuando lo restriegas en la fregona más de lo mismo.
Nos vemos la semana que viene.