Lo del otro día
Lo siento. Pero después de pasar largos minutos intentando dar nombre a lo sucedido durante el pasado Pleno Municipal, la única forma que he conseguido consensuar es: lo del otro día. Y ya sé que la forma apunta a un sobreentendido, pero la prefiero a cualquier otra que pudiera dar lugar a un posicionamiento sobre el asunto. El caso es que una vez más la oposición abandonó el Salón de Plenos en medio de una sesión (así es, aunque las caras no sean las mismas). La realidad, lejos de inclinaciones y favoritismos, se presenta así de cruda. Y cada una de las partes debería saberse parte del problema y de la solución.
Porque podremos ser benevolentes si todo este asunto se refiere a la protección y el cuidado de Villena. Pero no deberíamos serlo si de lo que trata este asunto es de rencillas personales, odios, frustraciones, venganzas, que son defectos humanos que tristemente no se saben supeditar al cargo aspirado (por vocación de servicio público) y otorgado por los votos representativos de cierto número de ciudadanos y ciudadanas. Todavía mayor irritación debería provocarnos si el detonante de esta situación tuviera relación con las batallas que preparan los partidos políticos nacionales de cara a los próximos comicios generales: a mí al menos me produce gran repugna la idea de que nuestra representación municipal afecte al normal desarrollo de la ciudad a causa de ciertas estrategias de partido.
Pero no entraré al trapo en ninguna de estas consideraciones. Me temo, queridas personas, que como muchas de ustedes deseo esa supuesta normalidad que debe reinar en el gobierno de la ciudad. Y digo supuesta porque ha pasado demasiado tiempo como para recordar cómo debía ser. Imagino que mediante pactos no encubiertos, sin coaliciones, sin mayorías absolutas, con diálogo y con cesiones en beneficio de la ciudadanía Quizás me llamen iluso, quizás yo mismo me lo llamo justo antes de teclear los puntos suspensivos. Iluso porque nunca existió tal modelo. No porque no existió en Villena, sino porque no existió siquiera en España.
En todo caso, en lo que nos toca, no sólo no parecemos ser parte del problema ni de la solución, sino que no parecemos ser siquiera parte involucrada. Y si ese es el sentimiento que nos puede transmitir nuestro gobierno municipal, poco hay que decir del gobierno autonómico o estatal. Sentimiento de asistir a disputas que poco o nada tienen que ver con nuestros problemas diarios, y no digamos mensuales. Disputas que sólo se pueden consentir en la competencia entre empresas y aún así: primando su producto, espiando al competidor, tergiversando, mal metiendo, mintiendo.
Urge una participación ciudadana que en lugar de posicionarse imponga el objetivo fundamental: el cuidado y la defensa de la ciudadanía, manteniendo los tiempos, adaptándose a las circunstancias mundiales, proyectando futuro. Demasiado trabajo como para andarse por otros derroteros.