Lo que está cayendo
Si han caído civilizaciones antiguas, si se han desplomado grandes imperios, si se han diluido sólidos sistemas políticos casi inamovibles, si se derrumbó el muro de Berlín e importantes redes financieras, ¿cómo nos sentimos tan seguros? Si se han evaporado las torres más altas y el mundo está construido sobre un castillo de naipes, ¿por qué tenemos la soberbia de pensar que lo tenemos todo y todo está bajo control?. No he hecho más que iniciar esta columna con el primer párrafo del artículo Alas de Cristal, publicado aquí el 10 de diciembre de 2010. Lo ratifico porque todo sigue vigente.
En dos pestañeos han caído tres pesos pesados de la política que se las prometían felices, cada cual en su ámbito. No fue reelegida Celia Lledó, a la que le faltó un pelín, traicionada más por su propia ambición que por los que se le fueron, desoyendo prudentes consejos, incluso desde estas líneas. Igual suerte corrió José Joaquín Ripoll, retando a la carrera al mismísimo President y acabando desfondado y sin aliento. Y se nos va también el risueño, de forzosa y falsa carcajada, Francisco Camps, que ya no es Honorable. Tres líderes intocables que les han tocado las amígdalas y les han silenciado para siempre.
El 20N hará lo propio José Luís Rodríguez Zapatero, que ha mentido tanto y tanto ha improvisado que nos engañó hasta anunciar, con reiteración, su mandato hasta final de legislatura, y ni Rubalcaba le creyó. A don Alfredo ya no le queda ni tiempo de recuperación y asume con estoicidad su contundente derrota. Don Mariano Rajoy se frota las manos sólo de puntillas, que no están las cosas para brindis y alegrías. Está claro que los cinco millones de parados van a seguir ahí y que con la llegada de la derecha se reactivarán las inversiones, pero sin negociaciones ni convenios entre los agentes sociales, lo que dicte y antoje la gran patronal.
De estos asuntos daré mi versión en venidera semana, y mientras tanto voy a regocijarme, un poco siquiera, con la salida de Camps. Este personaje se declara inocente, con socarrona sonrisa, en su alocución de despedida. Pero nadie dimite sintiéndose inocente. Lucha contra vientos y mareas por su defensa y Camps ha evidenciado que ya no le quedaban ni argumentos ni recursos para salvar su honor y su presunción de inocente. Le ha dado una patada Rajoy en el trasero para no perjudicar su propia campaña. Camps ha dicho por su boca que es inocente pero él es el primero que sabe que no es nada candoroso, por lo tanto miente. Cohecho, prevaricación y mentiras.
Mintió a los ciudadanos, a los que no les votaron y a los leales suyos; engañó a la prensa en sus comparecencias, falsificó pruebas al juez, fingió inocencia en las Cortes y mintió hasta a Rajoy. En su último discurso arremete contra quienes han convertido el caso Gürtel en una campaña repleta de calumnias, blasfemias e infamias contra él. Confiesa el dimitido que nada, no han podido demostrar nada porque no hay nada. Si no hay nada de nada cómo y por qué ha claudicado el descarado. Resultando ya incontestable y siendo notorio que ha favorecido adjudicaciones, contratos y negocios a cambio de regalos es inadmisible que mienta.
Quien ostente cargo público, y cuanto más relevante todavía más, nunca ha de aceptar obsequio alguno, porque estará en el punto de mira y bajo sospecha. Si admite agasajos y dádivas ya no está sólo para servir, sino para servirse del cargo. Siendo esto inapelable y de máximo sentido común no es de recibo que un Presidente Autónomo se habitúe a estas tonterías, a no ser que obtenga beneficios personales que, tarde o temprano, saldrán a la luz y se harán públicos. Sólo los tontos que se creen listos y los mentirosos que se profesan inocentes se enfangan de chapuzas.