Abandonad toda esperanza

Lo que ha hecho Lynch

Abandonad toda esperanza, salmo 672º

Yo tenía pensado comentar hoy algún estreno destacado, ya fuese lo último de Eastwood o de Polanski o esa 1917 que se perfila como favorita en la temporada de premios, pero Netflix -con la inestimable ayuda de una lumbalgia que todavía me mantiene alejado de los cines, todo hay que decirlo- ha conseguido lo que parecía imposible: que un carca como servidor dedique dos columnas seguidas a hablarles de una plataforma de streaming.

Lynch y su esposa Emily Stofle en el Festival de Cine de Cannes

Quien ha obrado el milagro ha sido David Lynch, quien el pasado lunes 20 de enero nos hizo un regalo muy particular (como no podía ser de otra forma) para celebrar su setenta y cuatro cumpleaños: estrenó película (muy cortita, eso sí) en la misma casa que como ya les he contado también ha acogido recientemente a mi otro cineasta vivo favorito, Martin Scorsese, y su film El irlandés. No obstante, en el caso que nos ocupa no puede considerarse stricto sensu un nuevo trabajo del director de El hombre elefante: el cortometraje What Did Jack Do? se rodó en 2016 y tiempo después se estrenó en el Festival of Disruption de Nueva York. Pero hasta el pasado lunes, día en que Netflix lo incorporó a su catálogo, solo había sido visto por un número muy reducido de espectadores privilegiados. Ahora, cuando su distribución es al fin masiva, fantaseo con la cara de estupefacción que se le puede quedar al espectador ocasional al que se le ocurra empezar a ver el corto en cuestión tentado, en estos tiempos que vuelan más que corren, por su escasa duración. Digo empezar porque dudo que el público más convencional aguante íntegramente los diecisiete minutos que dura, dado que buena parte del film consiste en un interrogatorio al que un detective, al que da vida el propio Lynch, somete a un mono (sic) al que parece acusar de un asunto muy turbio que nunca llegaremos a dilucidar del todo. Ambos serían los dos únicos personajes de la película de no ser por la aparición fugaz de una camarera (encarnada por la actriz Emily Stofle, actual esposa de Lynch) y de una gallina (sic bis) que parece ser quien despierta el sentimiento de amor verdadero en el mono. El espectador que abandone antes de llegar al tercio final se perderá, además del ¿desenlace?, el impagable episodio musical que suelen incluir la mayoría de propuestas del realizador... en esta ocasión a cargo del simpático simio, por supuesto.

El nuevo corto de Lynch está protagonizado por un mono y un detective

No me atrevería a decir que What Did Jack Do? sea lo mejor que he visto en lo que va de año, y mucho menos que sospeche que va a ser lo mejor de todo el 2020 (les juro que ambas cosas las he leído en alguna parte); porque no lo pienso, y porque tampoco me creerían. Pero desde luego no creo, como también se ha dicho por ahí y como a buen seguro pensará mucha gente, que estemos ante lo que solo puede ser una tomadura de pelo; Lynch es un artista multidisciplinar muy respetado, sobre todo en Europa, y a estas alturas no tiene necesidad alguna ni de trabajar para vivir a cuerpo de rey ni tampoco de demostrar nada a nadie: recordemos el éxito de la serie Twin Peaks, la Palma de Oro en Cannes por Corazón salvaje, la consideración de Terciopelo azul como la mejor película estadounidense de los años ochenta por buena parte de la crítica del viejo continente, o el hecho de que Mulholland Drive encabece varias listas de las mejores películas de lo que llevamos del siglo XXI. De hecho, y más allá de la querencia por epatar al personal (que algo de eso hay en toda su obra, como en la de cualquier creador surrealista desde André Breton y Luis Buñuel hasta nuestros días), considero sinceramente que What Did Jack Do? merece verse con atención y que se reflexione sobre su propuesta con seriedad y buen juicio. El resto es pereza intelectual, prejuicios injustificados o una mezcla de ambas cosas.

Un fotograma de la actuación musical que incluye lo nuevo de Lynch

Esta breve película parece nutrirse de los estilemas del film noir: está rodada en un contrastado blanco y negro, y como ya se ha dicho su trama se focaliza en lo que parece ser un interrogatorio policial. El investigador interpretado por Lynch no para de fumar y beber café, como mandan los cánones del género, y el sospechoso niega aquello de lo que se le acusa pero tampoco suelta prenda sobre algunos de los asuntos que su interlocutor pone sobre la mesa. Todo ello sobre un escenario único de decoración austera que lo mismo puede ser una oficina destartalada que la cafetería de una estación de ferrocarril. Es particularmente significativo que lo único que dinamita la lógica sea que el sospechoso sea una bestia parlante, pues pese a lo absurdo de la situación el interrogador actúa en todo momento con total normalidad -Lynch lo encarna de forma naturalista y sin caer en ningún exceso-; y el diálogo que mantienen ambos resulta natural y coherente, pues lo que tiene de enigmático se basa solo en el desconocimiento de cierta información por parte del espectador. Y cuando este se ha acostumbrado al planteamiento y acepta que Jack Cruz -ese es su nombre según los créditos- es un mono que habla (mediante la superposición de una boca humana -que por la voz podría ser también la del propio Lynch- sobre la de la criatura mediante una técnica tradicional, muy querida por el realizador, que nunca busca la credibilidad sin fisuras), el relato se sumerge en una actuación musical por parte del primate que evoca momentos de la seminal Cabeza borradora o del universo sonoro de la citada Twin Peaks. Este instante melódico está lejos también de ser tan gratuito como pudiera parecer en un primer momento: la sorpresa que supone su aparición y su ejecución desconcierta a un público que a su fin regresa a la normalidad previa, logrando así (por mucha cursiva que se utilice) que un diálogo con un animal parlanchín pase por algo mundano... y que se ponga en tela de juicio las convenciones del género, la supuesta (in)verosimilitud del relato y los prejuicios y expectativas del espectador. En resumidas cuentas: hay que verlo para poder juzgarlo. Y, desde luego, hay que verlo para creerlo... aunque esto último no sea ninguna novedad cuando se habla de David Lynch.

El pequeño David (izda.) junto a sus hermanos (c. 1950)

Aprovecho la ocasión que me brinda este estreno doméstico para recomendarles un par de libros sobre el genio de Missoula. El primero de ellos viene firmado por él mismo en compañía de Kristine McKenna: Espacio para soñar es su título, y en sus más de setecientas páginas el lector se encontrará con una suerte de memorias muy particulares, en la que se intercala la investigación biográfica, el testimonio del propio Lynch (en lo que ambos autores definen como “una conversación entre una persona y su propia biografía”)... y las declaraciones de los familiares y colegas de aquel -cada uno con su propia versión de los hechos- a partir de más de cien entrevistas inéditas hasta la fecha. Se trata pues de una lectura indispensable, acompañada de un suculento apartado fotográfico, para sumergirse en las procelosas aguas de la producción artística de este creador renacentista.

Lynch dialoga con Kristine McKenna en una edición del Festival of Disruption

El otro volumen, también muy recomendable, es David Lynch. Cruzando la cortina roja, un ensayo con el que Juan M. Corral -del que también les recomiendo otros trabajos suyos, como los dedicados a temas tan variopintos como la productora británica Hammer, la figura de Quentin Tarantino o el cine erótico japonés- ejecuta un recorrido por la vida y obra de su protagonista, sin dejar de atender a su biografía personal y a diversos temas afines a su labor creativa, con el fin de arrojar luz sobre la misma. Son ya varios los volúmenes publicados que responden a este propósito, algunos de ellos firmados incluso por estudiosos españoles: recuerdo el temprano de Miguel Juan Payán, uno de los primeros libros sobre cine que compré y leí en mi vida; así como los firmados por Quim Casas, Andrés Hispano y Javier Memba, o el colectivo Universo Lynch... por no hablar de los dedicados a títulos concretos que llevan su firma. Pero ninguno de ellos está de más si, como es el caso, se aporta alguna novedad o se somete a una nueva mirada una obra tan rica y desafiante, única en definitiva, como la de este artista excepcional llamado David Lynch.

What Did Jack Do? está disponible en Netflix España; Espacio para soñar y David Lynch. Cruzando la cortina roja están editados por Reservoir Books y Dolmen respectivamente.



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