Lo que pienso del agua
Mientras escuchaba la radio me he decidido a poner en orden mis ideas acerca de lo que ocurre con el problema del agua. Y es que de unos años a esta parte todos nos hemos convertido en expertos en la materia. Hablan del trasvase y del agua desde la maestra de mis niñas hasta mis vecinas. Todo el mundo tiene una opinión y una solución que dar. Y digo yo: si tal y como nos enseñaron en la escuela el agua es insípida, insabora e incolora, por qué todo el mundo acaba intentando llevarse su gato al agua.
Me viene a la memoria una conversación entre un pariente mío de La Mancha y mi padre, que siempre que le sacaba el tema del agua le decía: Juan, no me vengas siempre con que el agua que sacáis de los pozos es de Villena porque no es verdad, aquí recogéis todo el agua que se filtra cuando llueve en La Mancha. A partir de esta observación ya comenzaba la guerra: que si para qué queréis el agua en Albacete, que allí no sabéis trabajar la tierra, que si los moros nos enseñaron a nosotros y a vosotros no, que si vamos a poner un plástico en el suelo para que el agua no se venga para acá cuando llueva, etc.. Así que cuando oigo hablar de los acuíferos de Villena, de las aguas de Villena, de su sobreexplotación, me asalta siempre una pizca de morriña acordándome de aquellos dos viejos agricultores, que siguieron discutiendo hasta que la corriente de la vida los separó.
Los humanos llevamos discutiendo sobre la propiedad del agua desde que tenemos uso de razón, porque en definitiva controlar el agua es otra de las maneras que tiene el poder de controlar a la sociedad. Y en este caso está claro que el poder se traduce en forma de partidos políticos, y comunidades de regantes, que seguirán pugnando hasta que uno de ellos se haga con la manivela del grifo, poniéndole al agua el color y el sabor que no tenía cuando nos lo enseñaban en la escuela. Ya se sabe, a río revuelto ganancia de intermediarios. Y lo que está claro aquí es que el intermediario no es otro que el que se interpone entre el suelo y el grifo. Unas veces en forma de compañía de aguas potables y otras, las más, en forma de Comunidad de Regantes. Comunidades que de la noche a la mañana se han vuelto ecologistas y hablan más de salvar el planeta que el presidente de Greenpeace. Poca credibilidad les doy yo a quienes no les ha importado nunca la sangría a la que se estaba sometiendo a nuestro subsuelo, para que vengan ahora darnos lecciones de respeto al medio ambiente y de conocimiento del medio.
No pongo en duda la buena voluntad de algunos que seguramente se creerán el discurso medioambiental. Pero no creo que ningún político, sea del partido que sea, sea tan malvado que quiera jugar a ser el Doctor No del agua. No cabe en la cabeza de alguien que no haya perdido la razón, que apoyara el trasvase de aguas envenenadas como dicen algunos. Sin embargo, no habrá ningún medio de comunicación que en vez de entrevistar a políticos y regantes de aquí, se vaya a la huerta valenciana a preguntarle a los regantes, ya sean del Azud de la Marquesa, de Antella o de Cortes de Pallás. Estaría bien saber qué piensan los depositarios del agua sobre el trasvase, porque supongo que algo tendrán que decir al respecto.
Porque a los partidos políticos mejor no preguntarles: lo que quieren los del PP aquí no lo quieren en Aragón, lo que quieren los del PSOE aquí, no lo quieren en Castilla La Mancha, y no digamos nada si miramos hacia Cataluña o La Rioja; hay algunos que congelarían el agua de los ríos cuando pasan por su pueblo, para que no lleguen al de abajo.
A lo mejor una solución sería, tal y como se hiciera con la Constitución Española, que los partidos políticos escojan a un numero suficiente y proporcional de expertos en los diferentes aspectos que conciernen al agua (economía, derecho, medio ambiente, etc.), les den su confianza para aceptar lo que ellos pacten y hagamos del agua un elemento de cohesión y no de división del Estado. Seguramente así el agua volvería a ser tal y como nos la enseñaron en la escuela: insabora, incolora e insípida.