Los chicos con las chicas
El PP alardea de tener un pensamiento modernista en el siglo XXI, sin embargo parece que el discurso y los hechos van por caminos diferentes. Valgan como sencillos ejemplos los últimos acontecimientos en materia educativa en dos de las Comunidades gobernadas por el PP. En Madrid la tónica que se impone es separar por sexos a los alumnos en los centros educativos concertados. Lo justifican en base a la libertad de elección y a la autonomía de los centros, si bien cabría recordar que son concertados, por tanto con dinero público. En nuestra Comunidad se suprime, temporalmente, el Programa de Intervención de Educación Sexual en los Centros Educativos.
Muchos de ustedes recordarán el tema de Los Bravos, con la voz de Mike Kennedy, titulado Los chicos con las chicas del año 1967. De aquello hace ya la friolera de cuarenta y tres años y cualquiera diría que volvemos al pasado. Una canción tan reivindicativa de viejas épocas parece que hoy vuelva a adquirir vigencia. Porque a estas alturas volver a separar las clases por sexos es un retroceso difícil de digerir. Respecto a la supresión, que dicen temporal, de clases de educación sexual se me antoja espeluznante, pues supone también una vuelta atrás en la tuerca del tiempo. Más cuando estos programas son informativos, nunca promotores de pasiones desenfrenadas.
La educación, además de para adquirir hábitos y conocimientos, sirve para convivir, para socializarse, para asumir las diferencias de sexo desde el respeto y para reafirmar cada uno su propia personalidad. Separar sexos desde edad infantil equivale a crecer sin referencias, a formar guetos masculinos y femeninos, a provocar conductas que no son naturales y a fomentar una curiosidad prohibitiva hacia el otro sexo. De no ser así nuestros hijos, si son de distintos sexos, comerían en turnos diferentes en nuestras casas, saldrían a pasear en horas no coincidentes y no convivirían en los espacios comunes del hogar.
Por otra parte todo apunta a que la Generalitat prescinde de las clases de sexualidad por presiones de sectores católicos muy conservadores. Esto se complementa con afirmaciones de la propia Iglesia al proponer que en la Comunidad Valenciana y Baleares las clases de sexualidad las impartirán ellos mismos en las parroquias. Por la misma regla de tres, si son consecuentes, deberían aceptar que las clases de religión las excluyeran de los centros educativos y las aplicaran en sus parroquias, que para eso y entre otras cosas, están. Pero claro, a los profesores de religión les paga Educación y eso se ahorran. Religión sí pero sexualidad no.
Pues debería saber Esperanza Aguirre que lo normal es que convivan juntos, desde pequeños, los niños con las niñas, y que si ella no separó a sus hijos en su casa por qué hay que separarlos ahora en la escuela. Habría que decirle a Francisco Camps que informar sobre la sexualidad en los centros educativos nunca queda en saco roto. Las familias tienen la obligación de esta tarea pero se sabe que muchas de ellas, por ignorancia, vergüenza, tabúes o erróneos principios no lo hacen. Cabe pues al Sistema Educativo la facultad de proveer las herramientas y los instrumentos necesarios para informar a los adolescentes de las consecuencias de relaciones irresponsables.
De retroceder en el tiempo con estas medidas, podría ocurrir que alguna pareja llegase casta y virgen al matrimonio y que él, como un potro salvaje y reprimido, asaltase a su esposa porque la considera suya. Podría pasar también que algunos adolescentes irresponsables y sumidos en la ignorancia, contagiaran de enfermedades venéreas, u otras peores, a parejas eventuales; e incluso dejaran preñadas a criaturas desinformadas. Pues si se aplican los aludidos podrían evitar más de una situación embarazosa y no llegar al polémico límite de optar por la vida o el aborto.