Fiestas

Los socios Infantiles y Cadetes, tesoros de la Fiesta

Es difícil explicar el sentimiento de los jóvenes una vez llegadas las fiestas de Moros y Cristianos cuando mi incorporación a las fiestas Patronales llegó con apenas 14 años. Y en estos momentos todavía me resulta más difícil explicar esta emoción debido a los numerosos cambios tanto de la sociedad, conforme está estructurada, como los producidos en los desfiles en los que participan los niños y los jóvenes que, siendo cadetes, todavía no se sabe dónde ubicarlos.
Hablar del Desfile de la Esperanza solamente lo puedo hacer desde el punto de vista que la experiencia festera me ha proporcionado, experiencia fraguada durante más de 40 años en mi comparsa, los Moros Bereberes. El mimo con que siempre se ha tratado a los más pequeños contrasta actualmente con la poca dedicación que se tiene a esos niños en las comparsas; mientras ellos nos dan clases de pasión por sus “colores” en todos los momentos festeros, los directivos y “mandamases” de la fiesta les corresponden con la mayor de las indiferencias, evitando la total integración de estos festeros en su comparsa. Su cometido simplemente se ciñe a los ensayos para los desfiles unos días antes de Fiestas, un aperitivo después del desfile de la Esperanza y, en los últimos años, el Ecuador Festero Infantil creado por algunas comparsas.

Estamos abandonando el futuro de la fiesta, estamos dejando sin sembrar ese campo, bien abonado de ilusiones festeras que nos regalan los pequeños en cada comparsa, esos pequeños que lejos de fomentar la envidia –ese deporte local del que nos vemos rodeados durante todo el año– nos aleccionan con un comportamiento que nos hace avergonzarnos de esas peleas, sin sentido, que solemos tener “los mayores” con los componentes de otras comparsas y que, en ocasiones, esos insultos y desvaríos duran toda la vida, trasmitiéndose, incluso, a generaciones posteriores.

Las únicas diferencias ostensibles que solemos ver entre los pequeños quedan en unas simples palabras de propiedad: “mi comparsa es mejor que la tuya”, sentencias festeras de los niños, que han empezado a perderse debido a la integración de la mujer en la fiesta, y que ha hecho, al convivir un matrimonio de dos comparsas diferentes, que “mi comparsa” se diluya, pues tener el sentimiento de dos comparsas en casa favorece la una concepción de las fiestas diferente por parte de los pequeños.

Problemas con los Cadetes
Los Cadetes son otro punto a tratar, punto muy complicado para hacerlo desde esta ventana que ofrece El Periódico de Villena en este Especial de Fiestas 2010. Sin embargo me gustaría tocar alguno de los problemas que se han creado en las asociaciones festeras de Villena; la edad comprendida entre los 14 y 18 años crea problemas serios en la formación festera de los adolescentes, sobre todo en las comparsas más pequeñas. Se está dando, frecuentemente, el caso de que las comparsas no cuentan con suficiente número de socios en esta edad para formar una escuadra, y si lo consiguen, los sobrantes, que quedan descartados, se tienen que incluir en el grueso de la comparsa o con los infantiles, situación extrema que, en ocasiones, provoca el abandono de las comparsas familiares de estos jóvenes, que ven como en otras, de mayor número de componentes, este problema está menos acentuado que en las comparsas propias y se permite un mayor número de escuadras juveniles, independientemente de la permisividad en los desfiles para “hacer el loco”.

En esta edad los amigos son pieza fundamental para evitar, o provocar, el éxodo de unas comparsas a otras. Amistades fraguadas durante años en los desfiles y juegos de cada comparsa, ya que si durante el período de socio infantil se ha creado un verdadero lazo de unión entre los niños, el “borrarme de mi comparsa” se hace impensable, pero si esos lazos no se han creado con la suficiente fuerza y en algún desfile se encuentran con algún individuo que, recién llegado a la comparsa, con galones de directivo, sin personalidad y con una mano izquierda que sólo le sirve para rascarse, nos podemos encontrar con los tradicionales disgustos familiares provocados por el abandono de estos jóvenes de las comparsas que les vieron nacer, generando unas comparsas cada vez más pequeñas, casi sin socios infantiles, sin socios cadetes y socios dándose de baja y otras, como contrapunto, pidiendo los números clausus por exceso de socios.

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