El Diván de Juan José Torres

Los vítores a los recortes

Imagínense que un cirujano le comunica, compungido y solemne, a un enfermo: “no tenemos más remedio que amputarle la pierna”. Lo familiares, presentes, exclaman entre júbilos y aplausos: “¡Bieeennnn!”. Claro, los que ven la botella medio llena dirán que si el paciente no tiene otra alternativa para salvar su vida que la pérdida de la pierna se alegrarán, porque elude la muerte. Pero lo mire como lo mire, aunque extirpar sea la única solución, no es para gritar y aplaudir a rabiar, más bien es de aceptar una medida drástica como un mal menor. De las malas noticias nadie debe alegrarse, a no ser que quien lo celebre sea imbécil o incapaz de pensar.
Pues esto mismo es lo que ha ocurrido en el Congreso de los Diputados, cuando Rajoy anunciaba las contundentes medidas para hacer frente a un déficit público que nosotros no hemos creado. Me cuesta entender que ante unas decisiones impopulares, abusivas y radicales, por muy necesarias que sean, los acólitos palmeros del PP aplaudan con desenfreno noticias malas para todo el mundo, donde no hay ninguna buena, entre alegrías y regocijos. Lo más normal, creo yo, es recibir, e incluso apoyar, los nuevos planes como quien está en un sepelio, con solemnidad serena. Porque sin duda tanto alborozo parece que se celebre por las desgracias de los demás.

Ignoro si la expresión malsonante que pronunció Andrea Fabra, hija del eterno imputado Carlos, desde su escaño, iba dirigida a los socialistas o a los parados. No obstante la Real Academia de la Lengua distingue el sentido del insulto: Que os jodan va referido siempre a los que hay enfrente y que se jodan va referido a personas no presentes. En cualquier caso, el deseo que se jodan, o unos u otros, ya es irrelevante, pues la diputada se alegra de que alguien se joda, y eso es lo peor. Si las malas formas y el escarnio se instalan en nuestro Parlamento, con el descrédito político que hay, apagaremos todos las luces y no para salir a la calle, sino para tomar el Congreso.

De igual modo Marta Gallén, vicealcaldesa de Castellón, cae en la vulgaridad y en la idiotez al realizar una peineta a un grupo de indignados que la increpaban. Gestos así resucitan a un muerto y hasta los incapaces de matar una mosca, como servidor, se sumarían al vocerío insultante a quienes nos pierden el respeto sin educación alguna. Los ciudadanos nos representamos individualmente y cada uno es responsable de sus actos, pero la edil de Castellón ocupa un cargo público y se debe a unas formalidades y protocolos como representante del pueblo. Si no sabe comportarse que se vaya y dé mejor uso a su dedo, porque necesitamos políticos serios, aunque nos roben la esperanza, y no floreros ineptos que encima se enfadan.

Luego dicen los parlamentarios populares que sus entregados aplausos no eran un desagravio al pueblo, sino un premio a la valentía del Presidente al presentar tan feroces medidas. Excusa que no convence pues el presunto valor de Rajoy está por demostrar. Es implacable con funcionarios, parados, pensionistas, comerciantes y empresarios, pero no tiene arrojo ninguno a la hora de reajustar los impuestos de Casa Real, Iglesia o grandes fortunas, que siguen evadiendo capitales, despidiendo a personal mientras gozan de Amnistía Fiscal, o comprando el carbón de Chile o Sudáfrica mientras cierran los pozos de León.

A los demás no nos amnistían, nos dejan tiesos de frente y de espaldas, a los poderosos sí. Así que no puedo aplaudir ninguna valentía, sino acusar de cobardía, porque si la Justicia es igual para todos las medidas de austeridad también. Y el cirujano le dijo al paciente: “tómate esta botella de ron, no nos queda anestesia”.

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