De recuerdos y lunas

Luz más Luz

La primera vez que la vi le gritaban, entre otras candideces, "¡Puta. Vete puta!" Una y otra vez la insultaban. Con violencia. Era terrible. Y ahí estaba con sus colegas, encima del escenario, aguantando la tormenta de improperios, teniendo mucha correa contra la turba de roqueros impacientes a los que, quizás por aquello de "o vosotros o yo", airadamente ignoraba, actitud que todavía encendía más a esa masa uniforme de chupas de cuero que se movía con violencias y eructos. Era un guirigay agresivo. En el hervidero de la primera fila, frente al escenario, las manos gamberras sólo servían para hacer cuernos. Los dedos corazón para hacer "pesetas". Los brazos, para empujarse. Para higas. Los botes de cerveza volaban. La ignoraban salvo para insultarla. Era la telonera, era Luz Casal que abría plaza para Leño y para Miguel Ríos. Eran aquellas noches del rock de una noche de verano. Era mil novecientos ochenta y tres. Era tremendo.

Años más tarde, creo que a principios de los noventa, no recuerdo del todo bien porque aquí se me mezclan algunas cosas que me duelen, aunque algún día encontraré la entrada del concierto entre los papeles que me inundan, y con la entrada los recuerdos que no quiero recordar... Años más tarde, decíamos, la vimos en Madrid. Y ya fue con más sosiego, como protagonista. Sí, a principios de los noventa, más o menos cuando el álbum "Luz V". Álbum que colocó varios éxitos como "Te dejé marchar", "Loca", "No me importa nada"... Cuando Luz había afirmado su carrera. Era un concierto de mujeres en defensa de los derechos de las mujeres. La violencia de género, violencia degenerada como toda violencia, entonces, o estaba oculta o no estaba tanto como ahora; pero ya se sentaba en las denuncias el pavor a lo que podía venir. La tragedia asomaba olisqueando sangres y muertes. Aquel concierto era y fue una fiesta reivindicativa. Nosotros pasábamos por allí y entramos. Paz y violeta, lo pasamos bien. Huyendo de las pegatinas porque nunca nos ha gustado ser tribu, pero comprometiéndonos con la causa. Entre canción y canción, discursos y manifiestos. Todo esto me suena, como entre sueños, entrañable.

Pasó el tiempo. Y mucha vida. Y Luz, muy currada, llegó a Villena con "Sencilla alegría". Principios de octubre de dos mil cinco. Día ocho. En el Teatro Chapí. Emoción. Especialmente para mí cuando la interpretación de "Besaré el suelo". De las de Luz, compuesta por Carlos J. Goñi de Revolver, mi canción preferida. Porque es canción que crece en intensidad de música y letra, sobre todo en directo, hasta hacerme llorar: "Grita al mundo, rompe el aire, / hasta que muera tu voz, / que el amor es un misterio / y que importa sólo a dos. / Correremos por las calles, / gritaremos tú y yo / que el amor es un misterio / y que importa sólo a dos (...)".

Fue lo único que eché de menos la otra noche, la del cinco de marzo, en el Teatro Circo de Orihuela. Uno tiene sus caprichos. Pero lo eché de menos si después de muchas emociones, en un concierto emotivo, se puede echar algo de menos. Luz otra vez estuvo genial. Presentó canciones de "Vida tóxica" que es álbum que tiene mucha poesía y vida. Vida cotidiana e íntima que se vive amándola, como se vive la poesía, denunciándola como se denuncia con la poesía.

¡Qué manera más hermosa de decir la belleza o la fealdad de las cosas cotidianas que pasan! ¡Qué manera de decir tranquilo, como balada, o fuerte como rock and roll, lo diario! Lo nuestro. Lo del otro. Luz más Luz.

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