Luz verdadera
Para sentir la verdadera luz de estos días navideños necesito cada vez más rememorar mi infancia
Lo reza el Credo, lo rezamos en el Credo: Luz de Luz… Y escribió Juan evangelista: La luz verdadera que ilumina a todo hombre / estaba viniendo al mundo (Jn. 1,9). Y más adelante: La Palabra se hizo hombre / y acampó entre nosotros (Jn. 1, 14).
La Palabra, el Verbo, se hizo hombre; se hizo carne. Y habitó entre nosotros. Aquí la esencia de estos días de Navidad. Amén. Días que se difuminan entre un Adviento precedente y festividades posteriores excesivamente comerciales donde las luces no nos dejan ver la Luz.
No refunfuño contra la sociedad de consumo. Es la que tenemos y en la que nos sostenemos. Pero la diabólica energía que la mueve, el consumo, nos despista demasiado de la esencia de las cosas que importan. Ese consumo que tan bien evidenció el economista John Maynard Keynes en "Ahorro y gasto" como grasa que engrasa la máquina capitalista:
Supongamos que todos dejamos de gastar nuestros ingresos y que lo ahorramos todo. ¿Y bien? Todos dejaríamos de trabajar. Y no tardaríamos en no tener ingresos para gastar. Nadie se enriquecería lo más mínimo y al final moriríamos todos de hambre.
Yo no sé. Sí. Pero supongo inteligencia en el gasto. Gastar, gastar, gastar. Consumir, consumir, consumir... ¿Inteligencia? Lo que sí que sé es que para sentir la verdadera luz de estos días navideños necesito cada vez más rememorar mi infancia. Una infancia de lumbres y familia en la casa grande de mi abuelo. Una infancia de luz, de mucha luz y moderado gasto. En El Carril.