Vida de perros

Más política de todo a 100

Termina agosto girando dentro de ese remolino que se forma sobre los desagües en esta tormenta de martes. Tras la abstención en la Junta de Gobierno que el concejal de la palestra presentó recién recuperado de sus dolencias, Villena vuelve a mostrar su cara más cavernícola e implacable.
Parece que el señor Richart conoce esta ciudad y sabe cómo arrastrarla a la locura, así lo viene demostrando. Y no es que yo esté disconforme con el resultado de sus argucias: unas fiestas sin matanza; pero quizás por esa ausencia mía de indignación frente al “qué”, a la cosa en sí, estoy más sensibilizado con el “cómo” o el “por qué”. También con la respuesta popular al asunto, y eso es algo de lo que no puedo sentirme orgulloso, más bien avergonzado.

No les diré, queridas personas, que el concejal de VCD despierte la más mínima de mis simpatías, se reirían ustedes de mí a lo ancho y largo del municipio si dijera lo contrario. Pese a ello, escuchar en los medios al señor Richart el día siguiente de la discordia, fue realmente impactante. Escuchar su discurso, como el de un niño que no entiende el revuelo creado por sus actos: restándoles importancia, justificándolos, dando esperanzas de una solución posible… Desde luego dista mucho de las declaraciones ofrecidas por el resto de partidos políticos del consistorio, que circulan entre la indignación, la decepción y el silencio interesado. También habría que destacar el comunicado de su propio grupo presentando las medidas a tomar respecto a la defensa de este concejal de los compromisos de VCD. Y es que el señor Richart acostumbra a liarla parda, tanto que, ocurra lo que ocurra –dándole la ventaja de la duda–, Villena debe de tomar alguna medida respecto a él (en caso de que su inminente paso por los juzgados no nos libre de tal responsabilidad).

Pero eso no es lo más triste que hemos podido sufrir en relación al resultado de la abstención del concejal. Porque a raíz de la supresión del evento del día 7 las vísceras se han inflamado y nuestra ciudad ha sido capaz de mostrar a través de los medios locales su rostro más ruin y descerebrado. La calle, los bares, los foros en la red y los mensajitos ofrecidos en el recuadro de la Intercomarcal, han resultado más que suficientes para enrojecer el rostro más indiferente. Tanto las invitaciones a la resignación, como las replicas por el terreno perdido, han tomado como estandarte el insulto, la revancha y el desprecio, resultando en la suma una exhibición de una población incapaz tanto de argumentar como de respetar, digna de las tristes y vergonzantes fechorías de la pasada guerra civil. Una población digna, a tenor de todas estas manifestaciones, de esa política de todo a 100 que vivimos y sufrimos desde la Plaza del Ayuntamiento hasta el Congreso de los diputados. Pasen felices Fiestas, nos vemos cuando regrese del exilio.

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