Me lo dejo
Cierto es que la ortodoncia de mi oficio me aconsejaba esperar hasta el martes, quizás miércoles mejor, para escribir esta columna de opinión tan personal e intransferible que incluso la letra pequeña del presente semanal pretende desligarse de ella. Y digo martes, quizás mejor miércoles, porque entonces contaría con los resultados de este Segundo Concilio de Crisis sobre el Gobierno de Villena. Pero he preferido no esperar ni acuerdos, ni preacuerdos ni resoluciones. He preferido escribir hoy lunes que es cuando me gusta, amparado únicamente con ese par de frases sueltas filtradas tras el Conclave del pasado sábado, aproximadamente dos meses después del envite socialista.
Y si escribo en este lunes desligado de la actualidad es porque no voy a opinar sobre la materia en cuestión. Bastantes palabras y minutos hemos desgastado ya en el asunto. De modo que me resulta suficiente la humillación que como ciudadano he padecido durante todo este transcurso. Yo que no soy de consumo de madres y padres que quieren casar a sus hijos o hijas, ni de interesarme por embargos forzosos al otro lado del charco, ni de las especulaciones interesadas de las productoras televisivas sobre el talento vocal o culinario de ésta o de aquel; sin embargo me he tenido que tragar, mostrar interés, sobre los trasiegos entre los partidos miembros del tripartito (donde el partido opositor y los seudónimos foreros se ocupan igualmente de echar leña al fuego). Y no. No. Hasta aquí he llegado y no quiero saber más de lo que me dan, lo que no quiere decir que no me merezca que no nos merezcamos saber más de lo que hemos venido sabiendo. No. Me planto. Para ser justo me planto. Y prometo no volver a abrir la boca hasta que nos den una resolución definitiva (a la que no estaría de más que alcanzaran fuera del horario laboral, porque después de dos meses digo yo que Villena merece todas las horas de trabajo y toda la atención estipulada para este conjunto de trabajadores y trabajadoras públicos).
De modo que no me entretendré más aquí hasta entonces. No haré caso a filtraciones ni a cotilleos, ni a quinielas ni a comparecencias públicas, ni siquiera considero atender notas de prensa o cartas al director, ya se enmarquen en la justificación, el ataque, o el culto al líder. No. Se acabó la larga espera. Ahí quedan Didí y Gogo a la espera del eterno Godot. No. Ya sabré, ya me contarán, ya consideraré si ha valido la pena todo este juego de guerra fría, de estrategas, de low politic o de asuntos familiares. No será muy justa aquella famosa posteridad tan buscada a finales del pasado siglo con la representación de nuestra Villena en este inicio de milenio. Será olvido o será asombro de labio torcido. Y mientras, quienes tragamos, sigamos tragando remedios contra la acidez de estómago.