Mejor ni hablo
Eso mismo le decía yo el martes pasado a mi amiga Mayte cuando acabábamos de andar. Salió la conversación de la procesión de los animales, y es verdad que a todo le tenemos que sacar punta, desde el color de las camisetas de las de la Protectora hasta la edad de la burra que llevaba al Santo. Pero es que algunas no entienden que esto de andar por las mañanas es, además de un deporte barato, una terapia; por eso ponen caras largas en cuanto nos ponemos a hablar de las cosas del pueblo; no entienden que además de contar lo que hemos comprado en las rebajas también hablemos de lo que escuchamos en la radio o nos cuentan por la calle.
Y esta semana no es que haya sido muy interesante que digamos: se acabó el Belén y las fiestas en La Virgen y poco más. Por eso saqué yo lo de la procesión de los animales, pensando que la cosa no iría a más; simplemente me hizo gracia ver a la alcaldesa y a sus concejales hacer la procesión en un cabriolé, y así se lo hice saber a todas. Para mí la cosa no tiene mayor importancia: si los invitaron a subirse por qué se iban a negar. Pero no crean ustedes que todas vemos las cosas de la misma manera: hay gente que digas lo que digas enseguida están pensando que le buscas los tres pies al gato. Si hablamos de la Plaza de Toros enseguida empiezan a decirte que estás en contra de las tradiciones más arraigadas en la sociedad española; si se nos ocurre hablar de los olores resulta que las que olemos mal somos nosotras que no nos duchamos después de andar, que en la planta de basuras lo único que hacen es el Heno de Pravia. No les digo nada si sacamos a colación lo de que estén trayendo basuras de otros pueblos, enseguida nos dicen que es mentira, que lo que traen a Villena en esos camiones tan enormes son pares de zapatos para aparar. Y lo de la limpieza del pueblo es tema tabú: si pasamos por una calle que está llena de papeles y de mugre, los papeles llevan allí desde los tiempos de Vicenta Tortosa, los concejales de ahora no tienen que por qué preocuparse que en determinadas calles no hayan pasado los barrenderos desde el mes de mayo. Tampoco podemos hablar del soterramiento porque a la que se me ocurre decir que yo estoy por la labor de que se entierren las vías, enseguida me tratan de ignorante o de poco informada. El problema, según mi amiga Mayte, es que por mucho que nos empeñemos en decir que los olores siguen igual, que la Plaza la vamos a pagar, que las calles siguen estando sucias, o que el soterramiento es la mejor solución, ellas no huelen, leen, escuchan y ven lo mismo; para ellas nos inventamos todo, igual que nos inventamos que en Irak no había armas de destrucción masiva y otros muchos embustes.
Por eso, una no acaba de adivinar si será mejor opinar sobre si la alcaldesa hizo bien en hacer la procesión en calesa, o mejor hubiera sido que lo hiciera a pie pisando las boñigas de los caballos que le precedían. Lo que está más que claro es que nadie me ha explicado por qué la alcaldesa salió en cabriolé, en vez de ir a pie con los de la Protectora. Lo que yo pienso es que se subió al carro antes de que le pusieran entre los brazos alguno de los gatos que salieron huyendo de la Plaza de Toros. Pero como he dicho al principio, a veces lo mejor es estar callada.