De recuerdos y lunas

Memoria de padre

Cuando los Marruecos de Villena celebraron en 1991 el "125 aniversario" de su fundación, Francisco Menor Marco, que en mi casa será siempre Paco el Presidente, me reprochó que no hubiera escrito ni una línea en la revista que hizo la comparsa para conmemorar la efemérides. Sobre todo me recriminó que no hubiera colaborado siquiera para escribir sobre mi padre. Fue paseando por el Paseo y el puro, la rosiá que dicen por estas tierras que me acogen, no se me olvidará en la vida. Y eso que la reprimenda fue cariñosa por venir de quien venía.

A Paco no le faltaba razón en su amonestación porque siempre estimó mucho a mi padre y pensaba que había que hablar de él. Pero yo no estaba para escribir sobre mi padre. Yo no me veía escribiendo sobre mi padre porque al margen de que la dificultad para conseguir la objetividad necesaria en la investigación se agudiza al historiar la sangre común, yo, por aquellas fechas, huía de la memoria de mi padre. Por esto huía, entre otras cosas, de los Marruecos, porque los Marruecos me traían a mi padre.

Mi padre había muerto en 1988 pero su agonía de meses –desde julio hasta noviembre– fue tan dolorosa que la imagen que se me quedó fue la imagen no del padre que me llevaba y me traía cogiéndome de la mano, no del padre risueño que me gastaba bromas, no del padre que me reprochaba irresponsabilidades, sino del padre enfermo que se consumía con mucho dolor. De cornadas hablaba él desde sus querencias taurinas. Recordándolo enfermo tenía miedo de encontrarme con mi padre aquejado. Así estuve muchos años huyendo de una memoria doliente hasta que pude recuperar la memoria amable, la de la dulzura y la responsabilidad. César López Hurtado fue quien desatascó mi tapón de miedos. Fue cuando junto con José Puche Acién ultimábamos el vaciado de los periódicos de Villena para nuestro libro sobre "Periodismo y sociedad. Villena, 1881-1999". En el apartado de publicaciones festeras entre otras tareas pendientes faltaba por hacer el comentario de la revista que los Marruecos hicieron en 1966 para celebrar el centenario. Es una publicación estupenda. Con excelentes contenidos. Tenía algún ejemplar de esta revista en casa pero... El empeño y la determinación de César fue decisiva: "Eres tú, no otro, quien está obligado a hacer la ficha de esa revista". La hice y me sentí liberado de temores.

De todos modos el papel de mi padre en la comparsa está siendo bien valorado. Los trabajos de José Vicente Arnedo Lázaro sobre la Historia del Bando Marroquí cuando se refieren a él no escatiman elogios a su labor y le califican como "cerebro gris", apreciación que yo creo que honra bien a mi padre en su carácter y en su proceder: trabajo y discreción. Ya cuando su muerte, la Directiva de la Comparsa, presidida entonces por José Estevan Albero "Caracoles", tuvo detalles que nunca olvidaremos, especialmente la nota que se publicó en el "Día 4 que fuera". Una nota hermosa que emocionó a mi madre y que mi madre valoró y conservó, como tuve ocasión de comunicar y agradecer públicamente a José Estevan aprovechando la presentación del libro de Arnedo.

Sí, la memoria de mi padre está en buenas manos. Que por ahí quede de él una simpática foto, con Paco el Presidente y con Conchita Bautista cogidos del brazo los tres, que pueda distorsionar a mis hijas la imagen formal de su abuelo es la anécdota festera de quien si acaso fue festero lo fue, como sucede con no pocos villeneros, fundamentalmente para trabajar.

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