Més lluny
La vida es un barco que navega hacia la muerte. Por un todo mediterráneo que es, todo, Laguna Estigia por donde bregamos y bregamos y pagamos óbolos al apaleado Caronte, viejo y tirano barbudo. Y un día, o una tarde, o una noche, soplando un poco el viento, leve brisa, el barquero andrajoso, cansado de nosotros, nos deja. En la otra orilla.
En nuestros trabajos de investigación histórica, en nuestras conferencias, en artículos sueltos, siempre hemos querido ser agradecidos con quien nos ha ayudado a vislumbrar las claves de nuestras dudas. Esas dudas que hacen apasionante la investigación porque son reto. Así, con frecuencia hemos tenido que nombrar a César López Hurtado. No por ser cumplidos, sino por mérito de quien no sólo nos ha ayudado mucho en nuestros quehaceres, sino porque muchas cosas de las que hemos sabido ha sido a instancias y ánimos de César. A él, a su tesón y confianza conmigo, mucho debo. Llegados aquí, confieso que no han sido pocas las veces que he tenido la tentación de abandonar los papeles y retirarme al solaz, al sosiego familiar y lector sin escribir palabra. Sin la presión de tener que explicar por escrito lo que pienso. Que escribir es dar forma, de manera exigente y con coherencia, a lo que pasa por nuestra mente. Y ahí, cuando mis cansancios, ha estado muchas veces César para llamar a mi obligación. Eso me dice él. Porque según él he tenido y tengo que hacer esto y lo otro y lo de más allá. Por obligación. Yo, a veces cansado, le digo que lo hagan otros, que hay mucha gente que estudia. Pero César me exige que lo haga yo. Por este deber que él me recuerda y que se cree convencido, estoy agradecido a César. Lo dicho: si no fuera por su confianza y tesón, no hubiera escrito algunas cosas que he escrito.
César ahora está dolido. Tres meses ha hecho que le pegaron una "puñalá". Otra "puñalá". Porque otra vez, los dioses, caprichosos siempre, han jugado con su paciencia de hombre bueno. Si los dioses fueron voraces con sus hermanos José Luis y Fernando, ahora le han provocado con Maria Àngels, su mujer. Le han provocado dándole motivos para pegarle fuego al mundo. La puta parca otra vez se ha lucido, ensañándose en la herida de mi amigo fuerte. Así se atragante la hijaputa. Así reviente de cabrona. Porque mi amigo César está triste. Muy triste. Y estamos tristes porque la muerte le ha arrebatado quien era, todo bondad, compañera. Se la ha birlado y mi amigo César se revuelve mirando nervioso a los lados buscando porqués. Porque esos proyectos que uno hace con su mujer para cuando los hijos nos abandonen los tendrá que vivir sin quien los soñó y sin quien fue motor de tantas ilusiones compartidas. Y yo sé que siendo infinito el vacío, no parece tanto vacío, porque, por un lado, queda mucho dentro y mucho en la fe que César tiene mordiéndose los dientes de rabia. Por otro, están sus hijas, y su hijo, fenomenales. Frutos, y ahora memoria, del amor.
Escribo hoy, desde el dolor de una muerte dolorosa. Y para doler más, larga. Una muerte que se ensaña. Y sé lo que duele porque duele ver el dolor y el deterioro en quien no quieres que se vaya. Pero ves cómo se aleja, cómo por el horizonte se despide para descansar. Porque el dolor necesita también descansar. Nos ve las lágrimas, pero necesita decirnos adiós: Més lluny, sempre aneu més lluny, / més lluny de l'avui que ara us encadena."