Opinión

Mi parto en casa (bebe 2)

Confía en ti, porque “tu cuerpo sabe parir y tu bebé sabe nacer”, sólo que a nosotras se nos ha olvidado

Sobre las 3:30 horas del martes 7 de noviembre de 2023 me desperté con contracciones.  ¿Serán contracciones de parto?, me pregunté, pues el domingo había pasado toda la mañana con ellas, llegando a ser cada 5 minutos, pero después se fueron espaciando hasta desaparecer.

Estaba ansiosa por ponerme de parto, ya que de lo contrario ese mismo día 7 tenía cita en el hospital para provocarlo (40+5), con lo que no estaba muy conforme, ya que mi parto anterior había sido inducido por circunstancias que no vienen al caso, pero en esta ocasión todo estaba ok, por lo que prefería esperar un poco más e intentar por todos los medios un parto espontáneo.

Una hora más tarde me levanté, ya que la intensidad de las olas uterinas no me dejaba dormir. Me puse con la pelota, intentando mantener las respiraciones que tanto en matronatación como en los diferentes libros que había leído en las últimas semanas me habían enseñado.

Mi bebé 1 dormía, ajena a todo lo que estaba sucediendo en casa y a lo que estaba por venir. Realmente estábamos haciendo tiempo para llevarla a las 7:45 a la escuela infantil, pensando que todavía quedarían unas horas para conocer a la nueva bebé.

Sobre las 6:30 esas olas empezaron a parecer sunamis. Las dichosas respiraciones ya eran complicadas de seguir, y tras unas cuantas contracciones intensas pensé –creo que es hora de irnos al hospital. Cada contracción era más potente que la anterior, y me dejaban casi sin respiración.

Unos minutos después de las 7 de la mañana, mientras mi marido despertaba a la peque para prepararla para marcharnos, subí a la planta superior a vestirme y de repente sentí unas ganas inmensas de empujar. ¿Empujar?, quizá necesito ir al baño –pensé. Sin ni siquiera quitarme el pijama, me senté en el váter y un par de contracciones después empecé a notar una presión increíble en el pubis. ¿La cabeza? ¿Pero cómo voy a estar sintiendo ya la cabeza?, no puede ser.

Los pujos no dejaban duda alguna de que Lucía tenía prisa por salir. Yo intentaba hacer fuerza para dentro, intentando contener la cabeza de la pequeña, pero era imposible, mi cuerpo y mi bebé tenían claro que la dirección correcta era otra. Entonces fue cuando comprendí que no podía hacer nada, iba a dar a luz en casa. Pedí a mi marido que llamase a la ambulancia y me dejé llevar.

Esos pujos es lo más salvaje y animal que he vivido en mi vida. Mi anterior parto había sido con epidural, y por supuesto nada tenía que ver con lo que estaba viviendo. Aunque yo pensaba que la epidural me había funcionado perfectamente, y me permitía pujar a la perfección, pero sin sentir dolor, ahora sabía que estaba muy equivocada, son unos pujos muy diferentes. Los pujos con epidural, al menos en mi caso, eran como si ahora mismo me pusiese a hacer fuerza, pero los pujos que hace tu cuerpo cuando no hay ningún tipo de medicación que los inhiba, son eso, pujos que realiza tu cuerpo, no tu mente. Y si además le añadimos el aliciente de estar en el cuarto de baño de tu casa…, pues eso, la palabra brutal creo que lo describe bastante bien.

Pero cuando fui consciente de que era imposible llegar al hospital y que no me quedaba otra que dar a luz en casa, sentí que estaba preparada para hacerlo, las palabras de Raquel y María del Mar (matronas), y los libros que decía anteriormente que había leído, aparte de enseñarme como respirar, me dieron la confianza en mí, necesaria para saber que como se suele decir, “mi cuerpo sabe parir y mi bebé sabe nacer”. Pues así es, me dejé llevar y dejé que mi cuerpo hiciese lo necesario, sin pensar de más, sin pensamientos intrusivos que en nada me iban a beneficiar, por lo que en ningún momento se me pasó por la mente que algo malo pudiese pasar.

Con cada pujo, como es natural, yo gritaba cosas como “que ya está aquí”, “ya viene”, mi marido iba loco intentando atenderme a mí y a la peque que debía estar alucinando (26 meses cumplía ese mismo día). Ella sólo le decía al papi “a la mamá le duele”, jejeje. Yo recuerdo que entre pujo y pujo le decía tan tranquila –yo estoy bien, corre y atiende a Leire.

Cada vez que tocaba, notaba la cabeza de Lucía más y más grande, y unos 20 minutos después de empezar con los pujos, Lucía se encontraba coronando. Fue entonces cuando llegaron los sanitarios del SAMU. Yo me encontraba de pie justo delante del inodoro. Recuerdo que se acercaron a mí y me dieron la opción de ir a la cama, a lo que me negué, ya que sentía que estaba en la posición perfecta para que Lucía pasase al otro lado de la piel. Además, no sé ni cómo ni por qué, pero sabía que con un pujo más, podría tener a mi bebé en mis brazos. Y así fue, un último pujo sobre las 7:40 y Lucía cayó en mis manos, y escuché decir –¡lleva una vuelta de cordón!–. La levanté un poco para poder ver mejor, cogí el cordón y le quité la vuelta (estaba enrollado en su cuerpo) y seguidamente la acompañé, con ayuda del sanitario, hacia mi pecho y me volví a sentar en el wc.

Le pusieron toallas y sábanas por encima para que conservase el calor y un gorrito de esos de hospital. Sí, yo me quedé alucinada, pero el SAMU lleva gorritos de bebé, y también pinzas umbilicales. Y ahí comenzó nuestro maravilloso piel con piel. Incluso llegó a mamar algo unos minutos después.

Unos 5 minutos después sentí que un nuevo pujo se acercaba –debe ser la placenta– pensé. Y efectivamente hice un poco de “fuerza” y la placenta cayó al inodoro. Fue entonces cuando decidimos pinzar el cordón, aunque el sanitario había insistido ya varias veces en hacerlo, pero yo le pedía que esperase, porque sabía que el cordón no hay que pinzarlo hasta que no deja de latir, ya que toda la sangre que hay en la placenta es del bebé, y si esperamos un poco, esa sangre la recupera. Nazareth Olivera, matrona y escritora del libro “Ser mamá”, entre otros, estaría muy orgullosa de mí al leer estas palabras, jejeje, porque es algo que recalca mucho en sus redes sociales.

El sanitario cogió las tijeras dispuesto a cortar, pero yo que estaba en todo, le pregunté a mi marido si quería cortarlo él, y así lo hicimos. El papi cortó el cordón y la placenta la metieron en una bolsa de basura para poder llevárnosla al hospital y que comprobasen que estaba entera.

Os preguntaréis que como podía yo estar pensando en quien corta el cordón, cuanto hay que esperar para cortarlo, quitando una vuelta de cordón, así, tan natural… pues yo tampoco lo sé, imagino que debe ser el instinto de supervivencia, porque cuando estás en un hospital con personal que te guía, te dejas llevar un poco por ellos, de hecho hay muchas cosas de mi primer parto que ni siquiera recuerdo, pero cuando ves que todo depende de ti, de lo que tu hagas… estás cien por cien ahí.

Siguiendo con el relato de mi gran día, unos minutos después de cortar el cordón me preguntaron si podía bajar las escaleras caminando, ya que no era posible subir la camilla por ahí. Por supuesto que podía, me sentía fuerte y empoderada y con un subidón de adrenalina que en ese momento me podía comer el mundo a bocados si fuera necesario.



Muy despacio y con ayuda de los sanitarios bajé a la planta baja y me recosté en el sofá con mi pequeña pegada a mi cuerpo, a la espera de que viniese otra ambulancia para llevarnos al hospital, ya que nos encontrábamos perfectamente y así poder dejar libre el SAMU. Una vez trasladada al hospital, nos pasaron directamente a paritorios para chequearnos y comprobar que todo estaba bien. (Dos puntos me pusieron).

¿Y qué pasó con mi bebé 1, Leire? Cuando mi marido llamó al 112, llamó también a su madre, y le pidió que viniese “YA”. En 15 minutos estaba en mi casa, llegó a la misma vez que la ambulancia, por lo que se pudo hacer cargo de Leire para que mi marido no se perdiera el nacimiento de Lucía. Mientras la recién nacida y yo esperábamos en el sofá a que llegase la otra ambulancia, entraron a Leire para que conociese a su hermana antes de irse al cole. No sé qué se le pasaría por la cabeza porque es muy pequeña para poder expresarlo, pero sin duda alguna, y aunque ella no lo sepa, vivió uno de los días más especiales que la familia Hernández Coloma vivirá nunca.

Espero no haber aburrido mucho contando mi historia, pero algo así necesitaba gritarlo a los cuatro vientos. Y si has llegado hasta aquí, y estás embarazada, me permito darte un consejo, disfruta el embarazo y lee y estate actualizada para poder tomar tus propias decisiones. Y no temas al parto, ya que es algo natural y fisiológico que nos lo han vendido como doloroso y no es que no duela, claro que duele, pero es una experiencia única, maravillosa y animal.

No puedo terminar mi relato sin dar las gracias a las matronas Raquel Hernández, @miqueridamatrona y María del Mar Calatayud por trasmitirme conocimientos y sobre todo confianza, y a Nazareth Olivera, @comadronaenlaola y a @partopositivo, autoras de los libros “Ser mamá” e “Hipnoparto”, por difundir tanto y tan bien sobre el proceso de parto en las redes sociales.

Confía en ti, porque “tu cuerpo sabe parir y tu bebé sabe nacer”, sólo que a nosotras se nos ha olvidado.

Por: Gisela Coloma

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