Mierda
Así. Sin eufemismos. Mierda. Sin rodeos. Mierda. Igual que diría perro si al abrir los ojos me topara con un Gran Danés de ochenta kilos. Y no se trata de que la blefaritis haya acentuado mi olfato con lo que ha robado a mis ojos. Se trata de que al abrir las ventanas para airear las habitaciones, al abrir la puerta de la calle para comenzar a andar el domingo, la palabra mierda estallaba en el cerebro poco antes de que la nariz intentara hacer esfuerzos para separar el aire necesario del olor que lo acompañaba. Mierda. Olor a Mierda.
Como el tufo que te acompaña cuando metes el zapato en aquello que debería estar encerrado en una bolsa o desparramado en el bolsillo de quien sujeta la correa del perro. De ese modo se paseaba el domingo por Villena. Con un olor que incluso nos acompañó cuando subimos al mirador de Las Cruces (que por cierto vuelve a contar con servicio de hostelería). Imagínense la postal al salir del coche: Villena extendiéndose frente a nuestros ojos, prados, montañas, vías ferroviarias y
una enorme bocanada de aire fétido. Un hedor pegajoso que despejaba las típicas dudas acerca de dónde tomar el almuerzo: dentro, por supuesto. Y fuera: un halo fétido abrazando la ciudad en panorámico desde el castillo hasta los Alorines. La peste. La Mierda.
Y después de la irritación, del enfado, llegó la vergüenza. El rubor al ver que llegaban algunos coches desde otras poblaciones. Acaloramiento al imaginar a sus ocupantes saliendo de los vehículos y recibidos con una bofetada de aire de Mierda. Sonrojo al continuar imaginando a quienes visitaban nuestra Atalaya y aspiraban el putrefacto aroma. Sofoco al creer que esas personas venidas de cualquier parte bien podrían pensar que aquí, en Villena, siempre huele así, que nosotros y vosotras nos levantamos cada mañana respirando esta Mierda, que así pasamos los días. Turbación al pensar que quizás Villena siempre huele a Mierda, que es sólo hoy cuando lo notamos porque huele más. Además, en tales circunstancias, ¿de qué vale ese empeño en promocionar nuestra ciudad? ¿Para qué Plaza de Toros, para qué Centro de Visitantes, para qué arreglar nada ? Porque cuando nuestra casa está sucia, o huele a Mierda, lo que queremos es que nadie entre, que no vengan las visitas hasta que esté limpia, ordenada, aromatizada.
Paso de hablar de las basuras, de los vertidos, o de cualquier otra cosa de la que ya sabemos demasiado. Únicamente, como ciudadano, quiero que Villena deje de oler a Mierda. Por mi bien. Y por el de quienes nos visiten. ¿Cuál es la solución? No lo sé. Tal vez diría que ni siquiera es mi trabajo saberlo. Sólo odio vivir en una ciudad que huele a Mierda y creo a que ustedes, queridas personas, debe pasarles lo mismo
¿o no? En cualquier caso, mirando desde fuera nuestra actitud y esfuerzo, pensaría que no debe importarnos demasiado.