El Diván de Juan José Torres

¿Minoría digna o mayoría hipotecada?

Esa es la cuestión. De verdad que esta vez sí estaba convencido de que el Gobierno Municipal iba a dar carpetazo al asunto de Richart, más teniendo en cuenta las advertencias del PSOE a Patxi Esquembre de que, o cesaba al edil de VCD o se saldrían del equipo de gobierno. Me equivoqué, lo reconozco. Y no es que desee que la coalición salte por los aires, pero sí pensé que por una vez iba a primar la sensatez. Los comunicados públicos deben madurarse antes de emitirlos, por eso la afirmación de los socialistas de que el alcalde debería elegir entre ellos o Richart daba a entender que era una postura razonada e irreversible.
Sin embargo, la política es lo que es y, si bien es palpable la división interna del PSOE local desde hace algunos años, han prevalecido, posiblemente, los intereses económicos para no dejar en la calle a alguna persona de confianza con peso filial e histórico en la organización. Aguantar el tipo hasta el final de la legislatura, pase lo que pase y ocurra lo que ocurra, puede ser estoico a estas alturas pero roza el masoquismo. Si la amenaza de dejar el gobierno fue consensuada se les ha visto el plumero, si fue producto de un simple pataleo infantil la sensación que dejan es mucho peor, pues han evidenciado una conducta frívola, informal y poco seria para lo que en estos casos es exigible. Si los avisos al alcalde no llegan a ser admoniciones nadie les tomará en serio.

Respecto a Juan Richart ya escribí lo que pienso en un artículo publicado el 7 de junio, titulado “Sr. Richart, así no”. Nunca he dudado de su capacidad en la actividad política, aunque siempre me ha parecido sospechoso de maniobrar o cerrar acuerdos a espaldas de otros, tanto es así que si no fuera cierto no se habría enfadado con nadie y nadie se habría enfurecido con él. Y esto es lo que ha venido aconteciendo desde su aparición en la escena política: polémicas, desencuentros, deslealtades, broncas y todo ello intentando imponer sus normas o criterios. Antes en la legislatura de Lledó, ahora en la de Esquembre. Da igual quién esté o quiénes le acompañen. La controversia y el altercado siempre le siguen, incluso en su propio partido.

Tras el debate por la no adjudicación de la corrida de toros, y más allá de las razones de unos y otros respecto a si había alternativas, se despachó el hombre con dos afirmaciones fuera de lugar desde mi punto de vista: la primera, justificándose previamente a la suspensión definitiva y proclamando que si no hubiese corrida no sería por culpa suya, es decir, que la responsabilidad sería de los demás. Esto es escurrir el bulto de una forma descarada, más cuando él fue el primero en abstenerse en la votación de la Junta de Gobierno. La segunda, manifestando que otras concejalías tenían mayor presupuesto que las suyas, viendo ilógico que esto fuera así. Alegaba de esta forma que si no podía hacer más era por la escasa atención económica que le dispensaban sus socios de gobierno.

Aunque fuera cierto no son cosas para airearlas, pues los trapos sucios deben resolverse de puertas adentro, no en la prensa. Pero al hacer públicas sus quejas, más que acreditarse con razones, estaba lanzando dardos envenenados a sus compañeros de coalición, que, por prudencia, no salieron al circo de las réplicas y contrarréplicas. Así las cosas, este individuo es un absoluto incordio allá donde esté y con quienes le acompañen, no entendiendo que el debate no está reñido con la cordura y los deseos de sumar, no de dividir.

Por todo lo expuesto, el enroque del alcalde asume que aquí no ha pasado nada, cuando sí que pasa. Recuerdo que se puede gobernar en minoría con dignidad, más aconsejable que una mayoría presa de caprichos y arrebatos.

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