Cultura

Mónica Fita también es esa

Las siete hojas arrancadas de la libreta de notas llevan una semana extendidas sobre la mesa de mi despacho. Suficiente tiempo para encender algunas palabras. Bombillas de palabras. Siete hojas de palabras arrancadas a Mónica hace una semana. Junto al flyer donde el equipo gráfico ha destacado como un golpe de puño sobre la mesa: ¡Porque yo también soy esa! –con la palabra YO destacada entre todas–.
Y brilla finalmente la bombilla: Aceptación: yo soy esa hoja del abanico de modelos de mujer. Emprendedora. Pues sí. Maruja. Pues sí. Coqueta. Pues sí. Masculina. Pues sí. Descubro ahora, siete días después, que el planteamiento propuesto por Mónica transforma la palabra “mujer” en un infinito de gotas que son el mar.

¿Quién mejor para ser “también esa”? Mónica era esa: una prostituta de la que me enamoré desfasado por las drogas. Así nos conocimos. (Texto de Fernando Arrabal y dirección de Andrés Gil). Después Mónica ha sido muchas otras “esa”. Y ahora en el hueco que queda entre el zumo de tomate, el vino blanco y mi cerveza, es la creadora de este espectáculo. Grosso modo se trata de su debut como directora escénica. No deben extrañarse si les muerde la curiosidad. Es prácticamente imposible no haber visto a Mónica sobre el escenario alguna vez. Son innumerables sus participaciones en todo tipo de propuestas. De ahí saca el genio para enfrentarse a su propia propuesta teatral, de su experiencia. Pero también del impertinente amor que siente por el teatro. Quizás es ella, quizás más que muchas otras personas (decir igual para no incomodar), quien guarda escondidos incluso de sí misma los fragmentos que componen el espíritu del mundo teatral de nuestra ciudad.

La hora de la verdad
Por tal motivo resulta interesante durante nuestra entrevista no entrometerse en este trabajo artístico que viene realizando desde hace un año. Sino partir de ahí para hablar de teatro. Yo también lo prefiero, mejor dejar que su espectáculo sea quien nos hable, quien así mal dicho se defienda. Así que hablamos de Teatro, del qué y del cómo, de su visión, sus retos, sus descubrimientos, de las posiciones que alcanza o afianza desde esta nueva perspectiva. Pido otra ronda. Mónica me habla convencida sobre el potencial de Villena. Ha contado con personas y empresas locales para desarrollar las diferentes áreas del proyecto y ha encontrado recursos y creatividad más que suficientes para cumplir con sobrada dignidad cada exigencia.

Ahora llega el momento de enfrentar todo el trabajo con el público. Pero no con un público cualquiera. Mónica quiere un público que sepa valorar la dignidad de cada propuesta, no sólo la suya. Un público que acuda al Teatro Chapí el próximo 5 de marzo sin la complicidad de asistir a un espectáculo local. El reto de Mónica no es un desprecio a la benevolencia del terruño, sino una invitación a la escucha y la mirada objetiva por parte de la asistencia para lo que considera el mejor modo de otorgar el verdadero valor que cada propuesta merece. Una intención para nuestros sentidos que más que buscar el respeto reclama romper con la hipocresía.

Con otra ronda me relajo escuchando sus reflexiones sobre la importancia de la escucha y el reconocimiento del público en los rasgos de los personajes; sobre el modo en que el teatro muestra lo verdaderamente importante, no en verdades taxativas, sino en la ventaja que tiene al situar a cada persona frente a conflictos morales o sentimentales de las que cada cual debe extraer su conclusión o su postura. La conversación se alarga, Ana Navarro nos interrumpe camino de la sala de ensayo, Carmen casi bosteza… ¿Algún problema para ensayar o para representar la obra? Ninguno. Mónica está encantada con sus relaciones con la Casa de Cultura y con el Teatro Chapí. Entonces sólo queda escribir estas palabras, desear mucha mierda a la compañía y pedir a las queridas personas que no hagan planes el 5 de marzo.

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