Municipalización de los servicios
Hoy en día, con la crisis sacudiéndonos y por más que intenten consolarnos con recuperaciones lejanas, es difícil encontrar un euro debajo de las piedras. Los ayuntamientos se hayan sumidos en una situación económica precaria, haciendo juegos malabares por la incertidumbre de las futuras financiaciones, porque las subvenciones de las Diputaciones y de las Consellerías se han reducido drásticamente y los fondos europeos parecen migajas y a cuentagotas. Castigados, no encuentran otras fuentes de ingresos que no sean los impuestos, que cargan más al contribuyente, pareciendo una pescadilla mordiéndose la cola.
Yo estoy convencido de que los ayuntamientos, el nuestro también, podrían recaudar más sin necesidad de apelar a las obligatorias contribuciones. ¿Cómo? Municipalizando los servicios públicos que ahora gestionan y explotan empresas privadas. Más deuda para los ayuntamientos, pensarán ustedes. Pero si las cosas se hicieran bien los ayuntamientos ganarían, nunca perderían. Siempre se ha dicho que el modelo privado es más rentable y funciona mejor que el público. Si es así es porque algo falla en el sistema, no que esté incapacitado para gestionar bien las cosas.
¿Dónde está el error? La lentitud, desesperante; la burocracia, permanente; el personal, acomodado más veces de lo necesario (salvando numerosas y honrosas excepciones); la descoordinación, crónica. Ya está diagnosticado el problema: falta control, fiscalización y coordinación. De modo que si hubiese interés político en controlar, fiscalizar y coordinar toda la maquinaria municipal los ayuntamientos serían tan competitivos como las mejores compañías del sector privado.
Empresas que trabajaron en la construcción, grandes compañías del sector servicios, UTEs bien asociadas, son las que prestan servicios públicos a los ayuntamientos: agua, basuras, estacionamientos regulados por la hora, etc Todos concursan para ser adjudicados y explotar el servicio; luego, está claro que existe negocio e interés económico. Así las cosas, ¿resulta tan descabellado pensar que la gestión que hacen las empresas privadas no pueden hacerlas los ayuntamientos? Por supuesto que pueden, y con costes más económicos.
Los ayuntamientos adjudican a empresas el servicio de la red de aguas y el de recogidas de basuras. Las Diputaciones conceden la explotación de acuíferos a compañías privadas. ¿Por qué no controlan y fiscalizan los ayuntamientos las facturas del servicio? ¿Por qué no solicitan a las Diputaciones el acceso al contador de cabecera para verificar si los hectómetros cúbicos extraídos corresponden a lo acordado? Se adjudican los servicios por comodidad y no se controlan por pereza o ineptitud, fiándose de la gestión sencillamente.
Podrán pensar muchos de ustedes que no se pueden municipalizar los servicios porque las adjudicaciones lo son por un período determinado de años. Es cierto, pero también es verdad que existen los pliegos de condiciones y que su incumplimiento supone la ruptura unilateral del acuerdo. La cuestión es que nadie, desde los ayuntamientos, controla y comprueba si los pliegos se cumplen o se infringen, si las tarifas están acordes a lo establecido o se inflan las facturas, si la calidad de los materiales se ajusta a lo exigido o han sido sustituidos, si los equipos han sido modificados con otras condiciones, sin consultar o comunicar, o si tienen autorización para realizar otros trabajos en otros lugares con el personal y maquinaria de aquí. Muchas preguntas sin respuesta porque nadie sabe ni contesta, y en este punto donde se pierde el control absoluto.
Se supone que algún técnico municipal supervisará la fiel ejecución del servicio, pero me atrevería a decir que una vez adjudicado ya nadie se preocupa, ni siquiera en revisiones anuales. Por ello, soy de la opinión que los ayuntamientos deberían municipalizar los servicios. El personal, reclutado del paro y personas cualificadas y formadas para realizar un seguimiento, fiscalizar y supervisar el óptimo trabajo. Si el ayuntamiento desea emplear a gente, realizar un buen servicio y sin que le engañe nadie ya sabe: para hacer negocio, él mismo.