Negociaciones innegociables
Cuando un grupo de personas se citan para hablar del mundo y sus circunstancias pueden entre ellos arreglarlo o estropearlo más del todo, pero resulta absolutamente irrelevante. Cuando dos o más formaciones políticas se sientan para parlamentar sí que tiene trascendencia, pues sus conclusiones repercutirán a todos. En cualquier caso lo que es necesario entender, empezando por los partidos políticos que se emplazan para converger acuerdos, es que se necesitan dos premisas para cualquier intento de negociación.
La primera de ellas es el interés propio, entendido éste como un rédito que va a proporcionar un beneficio satisfactorio para las partes. Nadie se sienta para pactar sabiendo que va a perder el tiempo; por tanto, cuando se determina acudir a la convocatoria es que existen visos de aprovechamiento. La segunda de ellas es la cesión de condiciones, teniendo claro los requeridos que deben conceder posturas para que fructifique el entendimiento, pues acudieron al encuentro para eso mismo, para avenirse. Cualquier duda respecto a estos supuestos incita a la renuncia, es decir, a declinar la invitación.
PSOE y C`s llegaron a un acuerdo y sellaron un pacto que oficializaron en un documento. Pero ambas partes sabían que su contrato era parcial, pues la suma de sus fuerzas no es suficiente para consolidar un gobierno estable y con mínimas garantías. Llegado a este punto los dos partidos políticos son conscientes de que necesitan agregar a la causa a un tercer convidado: bien el PP, bien Podemos. Y es aquí donde aparece el embrollo, pues tanto Socialistas como Ciudadanos conocían, a priori, las dificultades de que el tercer socio entrara en el juego. Porque A y B pueden confluir perfectamente, pero A no quiere ni en pintura a C y B no quiere saber nada de D.
Escrito de otra manera: el PSOE estaría dispuesto a llegar a acuerdos con Podemos pero nunca con el PP, mientras C´s llegaría a entenderse con el PP pero jamás con Podemos. Así las cosas la sensación de ridículo estaba servida un día tras otro, pues ya sabían las partes que esto iba a suceder, hasta telegráficamente. Más responsabilidad tiene Pedro Sánchez, quien insinuó a Mariano Rajoy marcharse a casa por su incapacidad para formar gobierno. El más alto, guapo, listo y fuerte de la clase está siguiendo, meses después, el mismo camino. Con el encargo del Rey de configurar una dirección parlamentaria, estaba encantado con la posibilidad de erigirse en el nuevo Presidente, mas pasado el tiempo se encuentra desolado por la inutilidad de sus esfuerzos.
Y traslada además la apariencia de que le dan igual los socios, pues un día dice no a Podemos y al día siguiente intenta seducirlo de nuevo. La ciudadanía es realmente la que desespera, pues si desde el principio hubiesen declinado la posibilidad de formar gobierno nos habríamos ahorrado un tiempo precioso y desde hace tiempo sabríamos cuándo hay nuevos comicios. Porque la segunda premisa, la de la cesión de posturas, puede que entre A y B se consiguiera, pero no entre A y C, porque las líneas rojas e innegociables de unos no son las mismas que las de los otros.
Ahora todos se echan la culpa del fracaso de las negociaciones. El PSOE afirma que Podemos permite que siga gobernando Rajoy, los populares denuncian que los socialistas negocian con los radicales que van a destruir España y Podemos que el PSOE acaba siempre haciendo políticas neoliberales antes que virar a la izquierda. Mientras tanto ese dilema, responsabilidad de nuestra Constitución, que si el Gobierno en funciones debe rendir cuentas o no al Parlamento Español, debilitándose todavía más nuestra precaria imagen en el exterior; incapaces, dicen, de que impere la Ley y el sentido común.
Así que, o el país está en un circo o estamos todos en la carpa de los payasos. Opinen ustedes.