Vida de perros

Ni pino ni piñonero

No, queridas personas, no es un pino piñonero, lo que tenemos plantado en el cruce de las calles Corredera y Joaquín María López es un abeto. Y no un abeto cualquiera, de esos que podemos instalar en cualquier hogar, sino uno de once metros de altura coronado con una estrella que este aprendiz de cubero estima en más de un metro de longitud. Todo un clásico que se suma a la reconfortante figura del castañero y al desparpajo decorativo de nuestros balcones –aunque algunos dañen con tanta fuerza el sentido estético como para hacer pequeño el término kitsch, contemplen si no y si pueden soportarlo el escándalo que Pepe ha montado en nuestra Sede Central (y perdonen por señalar)–.
Una de las cuestiones con las que cualquier paseante se encuentra al atisbar el arbolito, evitando mirar fijamente la iluminación de nuestras oficinas que se encuentran al lado –insisto–, es la de la ausencia de bombillas en la parte inferior del abeto. Mientras se avanza por Joaquín María López, dejando a un lado el jardín japonés con el teniente encarcelado, la conversación puede girar en torno al corte en la iluminación del arbolito. Como en nuestra Villena disfrutamos de este plácido clima es de suponer que la charla no se alarga demasiado por lo que las conclusiones pueden resultar algo precipitadas. En primer lugar yo me sentí algo indignado, pensé que o bien no se pusieron bombillas en los metros cercanos al suelo por miedo a que fueran sustraídas, o bien sí se colocaron y ya habían sido presa de los amigos de lo ajeno. Otro devenir de la conversación se introdujo en una posible falta de presupuesto destinado a adquirir los metros que cubrieran el obelisco. En cualquier caso el resultado afea el conjunto aunque, en un razonamiento más meditado, pudiera ser que se trate de una medida de seguridad. Lástima que la estética no entienda de precauciones ni de practicidad.

Otra de las acciones propuestas por el equipo de gobierno que nos acercan al período navideño es la matanza de gatos que se lleva a cabo en la Plaza de Toros que rememora la Matanza de los Inocentes ordenada por Herodes, por ejemplo. Como pueden comprobar, todo lo que acontece en la ciudad confluye en nuestra omnipresente e impracticable (de momento y desde hace mucho) plaza, como bien me hizo observar Kamilo en uno de sus foros. Por el momento así es y puede ocurrir que en un futuro todavía lo sea más. Quiero decir que una vez levantada –sin comentarios– puede que incluso se encuentre un hueco entre los espectáculos de lucha libre (pressing catch o SmackDown sería ahora más popular) y las exhibiciones de motocross o freestyle para situar en la arena un enorme abeto que pudiera verse desde las vías del AVE (incluso desde alguna wichiwichi cup si levantamos por encima del Portichol). También tomará la plaza un lugar en nuestras fiestas populares, mejor diremos patronales, pues además de presentaciones de madrinas y cargos o de la puntual corrida de toros –previa autorización de las medidas de higiene y seguridad– el espacio podría acoger por ejemplo el desfile de la Retreta una vez apartado totalmente de las calles del Rabal para reunir a Villeneros y Villeneras en tal marco incomparable. La tradición en Villena, sabemos, es tan importante como ilusoria y aquí en esta tierra hemos demostrado saber capear los temporales hasta conseguir lo pretendido. Cueste lo que cueste casi cualquier cosa, amigo Kamilo, podremos trasladarla al sufrido círculo iniciado por nuestros ancestros o a su pirámide amiga, la cual podremos rodear para ver tras sus cristales cualquier magnífica iniciativa.

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