Vida de perros

No del mismo Bilbao

Hacía tiempo que no me pasaba. Lo digo como concediendo ciertos períodos de tiempo en los que ha de suceder esto. Pero no es así. Digo que hacía tiempo que no me pasaba porque ha pasado mucho tiempo desde la última vez. En esta ocasión fueron señores. Digo señores porque llevaban chaqueta, pero también había algún chico joven con ellos. Digo señores porque era domingo por la mañana e iban bien vestidos. Yo no. Vestía de sport. Mi niño también. De sport. El carrito también de sport. Y bajo el brazo no el Sport sino Público.
Me detuvieron en la calle. Con simpatía. Pero con un libreto entre manos. Mire usted, vinieron a decir. Y como la experiencia es un grado hablé yo en lugar de dejar hablar al niño. Y sin recoger el folleto que avanzaba hacia nosotros con un gesto estudiadamente casual me adelanté a responder: No nos interesa. Lo siento. Somos agnósticos. Profunda y convencidamente. Y continuamos nuestro camino. Pero el señor bigotudo y trajeado no contento con la respuesta, tal vez no dispuesto a permitir que su tal vez neófito grupo aprendiera de él a agachar cabeza y abandonar la presa, tal vez digo, advirtió a mi espalda: Puedes no creer (en mayúsculas), pero no escapas de los problemas que nos atañen a todos.

Y bien. Dejando a un lado las tribulaciones personales. Incapaz de determinar si la anécdota narrada es vinculante al siguiente desarrollo de ideas. Al fin lo que vengo a decirles es que doy mi brazo a torcer, que voy a dejar de oponerme a la construcción de la Plaza de los Toros. No se asusten, queridas personas, ni se alegren. Ni me vino la luz, ni mediante ejercicios de contrición recuperé la razón. Es sólo que tras ver y leer –tras sentir la insistente sinergia– al fin comprendo que sí, que Villena tendrá su renovada Plaza. Y ante tamaña evidencia no cabe más en cualquier cartesiano entendimiento que abandonar la lucha. Pero en lugar de disolverme, habitar el ostracismo del guerrero abatido, pienso que siempre he entendido que mi reivindicación no es caprichosa y que Villena es lo que siempre ha estado en juego. Veloz aparece el próximo objetivo. No obstaculizar el proyecto –en mi modesto sentido– sino aportar sugerencias, exigir compromiso. Repetir otra vez, con la misma insistencia, que no son sólo los seis millones que completan la bravata de Camps (cabría hablar de los plazos para recibir sus quince) sino de los que habrá que presupuestar para cubrir el personal necesario para la intendencia del nuevo espacio. Con todo y visto lo visto, yo abandono la oposición a la construcción de la dichosa Plaza. Y es que yo soy de Bilbao, pero no del mismo Bilbao, diría.

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