¿Nos estamos convirtiendo en bárbaros lingüísticos en las redes sociales?
¿Qué efectos están teniendo las redes sociales en cuanto a nuestro lenguaje? Nos estamos convirtiendo en bárbaros lingüísticos, y aquí tenemos por qué.

El lenguaje se ha vuelto más susceptible y más accesible en la era de la conexión instantánea. Alguna vez visto como la base de la sociedad y la identidad, el lenguaje está hoy cada vez más moldeado, y algunos dirían que corrompido, por nuestro uso de las redes sociales.
Lo que antes se controlaba mediante la estructura, la sutileza y el cuidado, ahora se regula mediante atajos llenos de emojis, caracteres limitados y trolls anónimos. ¿Estamos viendo el advenimiento de un nuevo período del lenguaje o un declive constante de la comunicación?
Una puerta de entrada a todo, incluido el caos
Las redes sociales han transformado nuestros contactos con ideas, empresas, tendencias y personas, así como entre nosotros. Para empresas de todo tipo, incluido el iGaming, que es especialmente popular en Chile, donde plataformas como los casinos Cuenta RUT atraen a miles de clientes con bonificaciones accesibles y juegos emocionantes, plataformas como Instagram y TikTok funcionan ahora como principales herramientas promocionales.
Pero nuestro lenguaje y nuestra conducta cambian a medida que aumenta también la influencia de las redes sociales.
Lo que antes era una herramienta cultural cuidadosamente elegida, ahora se reduce a comentarios espontáneos, memes y hashtags provocativos. Dejamos de lado las conversaciones cuidadosas en favor de opiniones cáusticas y respuestas divisivas. Aunque es llamativo y rápido, ¿es realmente comunicación?
Del discurso público al ruido digital
Se suponía que las redes sociales democratizarían la comunicación, pero en algún momento del camino empezaron a degradar la calidad de la conversación. Ahora, cualquiera con un smartphone y conexión wifi puede compartir sus ideas sin tapujos con el mundo. Aunque esto suena liberador en principio, suele dar lugar a una especie de anarquía digital cuando el más ruidoso, no el más inteligente, domina el discurso.
Tomemos X (Twitter), donde los argumentos políticos o filosóficos, antes complejos, se reducen ahora a fragmentos de 280 caracteres. Los problemas complejos se discuten mediante memes. La gramática pasa de ser obligatoria a ser opcional. Las mayúsculas gritan para llamar la atención.
Peor aún, el anonimato de los canales de redes sociales fomenta una cultura de troleo basada más en la provocación que en la comunicación. Muchas personas detrás de avatares y alias ya no se sienten responsables de sus declaraciones. Por lo tanto, el resultado es una mezcla venenosa de salvajismo verbal, información falsa e indignación.
El narcisismo digital y el auge de la cámara de eco
Las redes sociales también alimentan la aparición de una comunicación egocéntrica. Todos somos actores en el escenario mundial que es ahora Internet. Ahora la moneda de cambio son los «me gusta», los «compartir» y los «seguidores». En este mundo impulsado por el rendimiento, destacar es más importante que informar o comprender.
Este cambio, al estilo «only me», promueve el exhibicionismo lingüístico. ¿Reglas gramaticales? Vacías. Debate cuidadoso. Opcional. La viralidad es lo que cuenta aquí. Ya sea que estés compartiendo un chiste, delirando en mayúsculas o subiendo una foto con un mensaje misterioso, la visibilidad sobre el valor suele impulsar tu publicación.
Aquí en Chile y en todo el mundo, esta dinámica crea cámaras de resonancia digitales. Los algoritmos dan a los consumidores más de lo que ya les gusta, apoyando así la taquigrafía lingüística que sólo es comprensible dentro de sus propias redes digitales y alimentando así los prejuicios. El lenguaje se vuelve tribal e insular. Las conversaciones dan lugar a comportamientos repetitivos.
Trolls, errores tipográficos y la delgada línea entre la libertad y la locura
Por supuesto, Internet siempre ha tenido sus trolls que despotrican, ofenden y perturban. Pero no se trata solo de lo que se dice, sino también de cómo se expresa. La falta de rigor del lenguaje digital (faltas de ortografía, mala puntuación, demasiados emojis) puede debilitar la comprensión y la confianza. Aunque parecen poco importantes, son indicadores de un problema más grave: la comunicación descuidada.
No queremos decir que debamos transformar cada comentario de Instagram en un soliloquio shakesperiano. Lingüísticamente, el lenguaje evoluciona. La jerga siempre estará ahí. Pero perdemos algo vital en el proceso cuando la claridad por provocación reemplaza el significado y el volumen toma el protagonismo.
El abuso lingüístico, mientras tanto, va más allá del trolling. También se relaciona con el volumen sin pensar: la necesidad de publicar, comentar, compartir, solo para ser visible. La oportunidad de «volverse viral» con poco trabajo alienta a los consumidores a dar prioridad al valor de impacto por encima del contenido.
Conclusión: la comunicación en la era del clickbait
¿Nos están convirtiendo las redes sociales en bárbaros lingüísticos? La verdad no es binaria. Por un lado, estos sitios han ampliado claramente el acceso al habla y han dado voz a los que hasta ahora estaban en silencio. Han permitido a personas de aldeas chilenas lejanas y de grandes ciudades interactuar, crecer e intercambiar de formas hasta ahora inauditas.
Por otro lado, uno se pregunta por la calidad de la frase. Tenemos que cuestionarnos: ¿Estamos realmente comunicándonos, o simplemente gritando al vacío, mientras proliferan los troles, los chats se vuelven amargos y el narcisismo digital se desenfrena?
Quizás la solución esté en utilizar las redes sociales de forma más deliberada en lugar de renunciar a ellas. El lenguaje captura nuestra identidad y la forma en que lo manejamos revela mucho sobre el tipo de sociedad que queremos.