De recuerdos y lunas

Ojalá estuvieras aquí

Todo lo que sé de Pink Floyd, lo sé gracias a mi amigo Benjamín Menor Hernández, el mismo que traíamos la semana pasada para hablar de dichos y políticas. En aquellos años en los que teníamos tiempo para zamparnos los discos y escucharlos hasta desgastar los surcos, Benjamín hizo una buena colección de Pink Floyd, ilustrándose al tiempo de la historia del grupo y de las biografías de sus componentes. Al tiempo que pinchaba un Lp nos transmitía con gusto su saber para ponernos en antecedentes del álbum o de alguna canción en concreto. Por la pasión que derrochaba, cada vez que escucho "The Great Gig in the Sky" del álbum "The Dark Side Of The Moon", veo como si fuera en vivo la imagen de la vocalista Clare Torry que entona un sensual tarareo para el éxtasis.
Aprovechando discos y saberes sobre el conjunto, cuando primero de BUP, hicimos un trabajo en grupo sobre los Pink Floyd para la asignatura de Música que nos impartía Maribel Rodes, que nos habrá perdonado, como todos los que nos dieron clase entonces, las gansadas de la adolescencia. De aquella experiencia de trabajo en común no se me olvidará jamás el desternillarnos de risa cada vez que Andrés Martínez Espinosa –por nobleza Señor del Agua y que también fue muchacho como nosotros y con nosotros– pronunciaba “éxito”. No menos el encanarnos cuando a Miguel Mira Estevan se le ocurría decir el nombre de los roqueros “Deep Purple”, con el que intentaba las mil fonéticas imaginables para nunca acertar. Andrés decía “éxito” enfatizando mucho la equis. Y a nosotros nos estallaba la risa indomable jodiéndosenos la grabación del montaje que preparábamos. Y vuelta a empezar muchas veces.

De aquellos años también recuerdo una desavenencia entre amigos en torno a Pink Floyd. Y no baladí por tratarse del valor musical de un disco: “Atom Heart Mother”, el de las vacas que decíamos, por las vacas que aparecen en la portada. Mientras Rafa Román, Rafael Román García, decía que no le gustaba, Benjamín lo defendía. A mí también me gustaba, sobre todo por aquel pomposo comienzo de trompetas. Lo dicho, eran tiempos en los que podíamos entretenernos con la música. Y discutir.

De aquellos tiempos y de las historias que nos contaba Benjamín, siempre hubo para mí una historia que me atraía por su carácter enigmático, era la historia de Syd Barrett, fundador del grupo. Benjamín la traía, sobre todo, cuando escuchábamos el no menos enigmático álbum “Wish You Were Here”. Precisamente, este verano, el siete de julio, en Cambridge, la ciudad donde había nacido el seis de enero de 1946, murió Barrett. Pero Barrett, al menos para la música y para Pink Floyd había muerto hace tiempo: “Recuerda cuando eras joven / brillaste como el sol” –dice la letra en "Shine On You Crazy Diamond". Por desgracia y sin remedio los Pink Floyd prescindieron de él desde 1968. En el obituario que escribió Pablo Gil para EL MUNDO (12.07.2006) cuenta que un día el teclista Rick Wright entró en el estudio de Abbey Road y vio al fondo, dando saltos, a un hombre grande y gordo, con la mirada cristalizada, y con la cabeza y las cejas afeitadas. Cuando preguntó “¿quién es?”, le dijeron: “Es Syd”. Roger Waters estaba llorando. Al parecer, desequilibrios psicológicos derivados al perder a su padre en la infancia y el consumo de drogas, transportaron a Barrett al país de la locura. La sombra de Barrett siempre estuvo en el grupo, especialmente en el álbum “Wish You Were Here” –Ojalá estuvieras aquí–. Lamento que nunca se apagó. Dios le guarde.

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