Apaga y vámonos

Ojalá

Se acabó lo que se daba, señora. El pueblo ha hablado, y cuando el pueblo habla todo lo demás sobra. Se acabaron los debates y las discusiones, las rencillas y las sospechas, las promesas, los programas y las soflamas mitineras. Siete programas electorales han concurrido a las elecciones, y uno de ellos ha ganado de calle.
Puestos a interpretar los resultados del pasado domingo, pienso que habría que tratar el asunto dividido en dos grandes bloques. Por un lado, haciendo referencia al voto del enfado y del desengaño. El voto de miles de firmas contrarias a dos grandes proyectos que no han convencido a muchos de nuestros vecinos. El voto de quienes se quedaron compuestos y sin adjudicación ni concursante para poner fin al eterno debate. El voto de quienes creen que alejar es mejor que soterrar, de los que piensan que el agua de Cortes es mejor que la de Cullera. El voto de quienes no se han sentido defendidos ni representados. Muchos votos.

También están los votos de la ilusión, los de la imagen, los de una campaña muy bien diseñada y llevada a cabo, los de aquellos que creen que una infografía en tres dimensiones es posible llevarla a la práctica, y más aún si tienen que pagar los que, salvo honrosas excepciones, poco dinero se han dejado caer en nuestra provincia (y mucho menos en el interior de ella). El voto de quienes esperan ver crecer polígonos industriales por doquier, puertos secos, miles de metros dedicados al ocio, nuevos juzgados y palacios de Justicia, mejores instalaciones culturales, mejores servicios para nuestros mayores, cientos de viviendas de protección oficial a un precio asequible… Otros tantos votos, pero éstos con advertencia incorporada: generar ilusión puede ser fácil, colmar las expectativas no tanto. Es mucho lo prometido y cuatro años pasan pronto, casi tan rápido como se puede pasar de la ilusión al desengaño, cerrándose de nuevo el círculo y volviendo al punto de partida. Cuidado.

De igual modo, y al margen de ambos bloques, existe eso que algunos llaman el voto útil, algo que podría explicar en parte el descalabro de Antonio García Agredas, a quien alguien debería explicarle que tan necesario como elaborar un buen programa es elegir a buenos compañeros de camino. Por no hablar del voto de castigo, que parece que la ha tomado en exclusiva con Izquierda Unida, porque lo cierto es que Los Verdes están donde estaban y el correctivo al PSOE no ha sido, ni de lejos, tan fuerte como algunos vaticinaban.

¿Hasta qué punto –y yo diría que hasta un punto muy elevado– ha influido en el recuento final el aumento de la participación? ¿Y el ruido mediático de televisiones e interferencias? ¿Han votado en Villena los paseos de De Juana Chaos con su novia, las manifestaciones llenas de banderas e himnos, el “desmembramiento” de España? ¿Y el si bebes no hagas declaraciones ante la prensa? ¿Nos ilusionamos con la Fórmula 1 viendo triunfar a Fernando Alonso en Mónaco? ¿Tan poquita cosa nos parece Joan Ignasi Pla?...

Demoscopias y cábalas al margen, lo único cierto es que el futuro empieza hoy, tenemos lo que entre todos hemos querido y nos queda mucho por hacer a partir de ya. Ojalá la ilusión se convierta en realidad. Ojalá empujemos juntos –como Chimo y Juan Ángel– 21 y no 12. Ojalá no hayan zancadillas, rodillos, nuevos plenos con insultos ni más sillones vacíos en el Salón de Sesiones. Ojalá nos vaya mejor a todos. Ojalá.

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