Apaga y vámonos

Opinar por opinar

Lo siento mucho, señora. Pero un nuevo artículo a raíz de la ya cansina polémica con el Consejo de la Mujer me ha impulsado a retomar una vez más el tema. Eso sí, prometo que por mi parte ésta es la última –y espero que no sea “por ahora”–, que ya empiezo a bostezar cada vez que me hablan de esto.
El Consejo Municipal de la Mujer no es semanalmente cuestionado en EPdV. Si multiplicamos las 10 secciones de Opinión fijas por los 37 números del periódico, tendremos 370 artículos. Únicamente 5 (un triste 1,3%) han cuestionado al Consejo, y ni siquiera al Consejo en sí, sino ciertas de sus actuaciones. Aquí mi menda lo único que quiere provocar es un debate, cosa que no ha sucedido en este diálogo de besugos que nos traemos a medias. Todo lo más, uno opina, una veces con más acierto, otras con menos, en ocasiones con mala leche, de vez en cuando con cariño y buen rollito, y hay quien con anterioridad –¿verdad, Carmen?– ha felicitado al de la contraportada por estos artículos, aunque ahora insinúe que esto es un “folletín” y que EPdV está llevando a cabo una especie de complot “para vender más periódicos”, como si le interesara a la gente este cruce de despropósitos que llevamos entre manos.

Puestos a hablar de lenguaje, de señoras y señoritas, tengo que decir que mi querida “señora” forma parte de mis columnas desde que éstas existen, y que me refiero a las integrantes del Consejo de tal modo porque no se me ocurre uno mejor, aunque quizá prefieran términos como churris, caris, chorbas o shoshetes, que dirían mis amigos de Cádiz. Sobre los coñazos y pollazos sólo se me ocurre aportar mi granito de arena al debate: Golfo: porción de mar que se interna en la tierra entre dos cabos. Golfa: Puta. Perro: Mamífero doméstico… Perra: puta. ¿A dónde quieres llegar, Catalina? ¿A demostrar que arrastramos la herencia –aún hoy– de una sociedad machista que ha relegado a la mujer a un segundo plano? Si eso nadie te lo ha discutido aquí (tampoco a ti, Rosalía, que tienes más razón que un santo cuando escribes sobre los salarios medios de la mujer o los puestos de trabajo que ocupan), y no seré yo el que lo haga en cualquier otro sitio. La discusión, me temo, era otra. Y todas la habéis evitado.

Hasta cinco cartas habéis publicado estas últimas tres semanas: una del Consejo, dos de Rosalía, una de Carmen y otra de Catalina. Más de 3.000 palabras y no habéis tocado, ni tan siquiera rozado, el motivo de mi crítica: ¿En nombre de qué supuesta igualdad prohibís la participación del hombre en un concurso de diseño gráfico? ¿Así es cómo defendéis los derechos de la mujer, marginando al hombre? ¿Ése es vuestro concepto de “igualdad”? Pues lo siento mucho, queridas amigas, pero ni trago ni tragaré. Por eso os anticipo que, si volvéis a convocar el concurso en los mismos términos, aquí estaré yo de nuevo criticando vuestra actuación, como tantas y tantas personas de Villena, como tantas y tantas villeneras que no comparten vuestra postura por radical, obsoleta y desproporcionada.

¿Qué pasaría, estimadas integrantes del Consejo de la Mujer, si cualquier colectivo de Villena actuara como vosotras pero en sentido inverso? ¿Cómo reaccionaríais si cualquier comparsa, por poner un ejemplo, volviera a prohibir desfilar a las mujeres? Estoy convencido de que pondríais el grito en el cielo. Además, con toda la razón del mundo. Y yo me colocaría a vuestro lado, sin dudarlo, denunciando una injusticia impropia de una sociedad democrática y moderna. La misma, ni más menos, que yo he querido denunciar ahora y que vosotras habéis rehuido justificar.

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