¿Cómo están ustedes?

Oración

Sea nuestra señal, la que tantas veces me enseñaste, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Sea también, por Madre entre las madres, en el nombre de María. En sus advocaciones más queridas por ti: María de las Virtudes, María Auxiliadora, María del Carmen. Sea nuestra oración:

Mis amigos y amigas del sesenta y tres –Edad de Oro. Los 50, un Tesoro–, con remover tanto nuestro cincuentenario, me han traído más que nunca mi condición de hijo. Para el día de la madre han querido honraros con una flor. Para quienes no estáis entre nosotros, llevándola al cementerio; para quienes viven, en una misa en Las Virtudes, en el momento de la paz. Así, me imagino en el cementerio con una flor y demasiadas lágrimas. Cada vez que veo el cementerio –lo suelo ver con frecuencia desde la autovía cuando paso hacia Valencia, hacia...– me acuerdo de ir contigo. Y me cuesta ir sin ti. No sé ir sin ti.

Íbamos temprano. Era un periplo de llantos. Por donde la abuela Concha, abuela que no conocí salvo su dulzura y bondad a través de tu memoria. Por donde la abuela Josefa, tu madre. Por donde la tía Virtu, tu pena. La tía Virtu tan cerca del niño Fernando, nuestro vecino, hermano de nuestros amigos, que aquella tarde que se nos fue perpetuó en nuestras vidas el otoño. La muerte no tiene remilgos para las edades. ¡Cuánto dolor! ¡Qué frío! ¡Y silencio! "Ánimas del purgatorio, ánimas benditas, rogad por nosotros. Y dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellas la luz eterna. Descansen en paz. Dales descanso eterno, Señor, y brille ante sus ojos la luz inextinguible." Esto como susurro entre lágrimas y rabia, ternura y resignación. Rebeldía y congoja. Luego fueron los abuelos y, entre uno y otro... Entre uno y otro fue padre. Y tú.

Cuando nacimos, el día de la madre se celebraba el ocho de diciembre, cuando la Inmaculada Concepción. En casa, en memoria de la abuela Concha siempre fue un día especial. Era un día que por faltar la abuela también íbamos al cementerio. Los cementerios siempre me han parecido médula del "lacrimarum valle". No los que he conocido en Marruecos o en Túnez que son más solaz. Ausentes los muros son paseo. Muros, muros nuestros de los cementerios de nuestros pueblos que sirvieron de paredón. Muros que nos recuerdan la ironía de Valle-Inclán cuando viendo construir la tapia de un cementerio comentó su inutilidad por la razón de que los que están dentro no pueden salir y los que están fuera no quieren entrar. ¡Valle! ¡Literatura!

¡Cuánto te debo de mi pasión literaria! ¡Cuánto de mi amor a la poesía que es por tu amor a la poesía! Y cuánto a escribir cartas. Y a rezar como ahora rezo. Que parece que no. Pero sí. Me enseñaste a rezar como quien habla con un amigo. Con un padre. Con una madre... Con una madre. Te debo una flor. La que apartan para ti mis amigos de los cincuenta. Los que me han traído tus ojos de embarazada. En mayo de 1963 cumplías cinco meses de mi embarazo. En Villena la primavera es hermosa. Aún queda ese frescor matutino, acompañado de nieblas que anuncian tardes de paseo. Como dice el refrán. Y en mayo, por lo menos entonces, se rebolicaba el pueblo con las Fiestas de Biar. Con la Mahoma. Y en mayo tú tenías trajines con la Archicofradía de María Auxiliadora. Entonces, más nombres que para mí son familia: Petronila, Jerónima, Paca, María Blasa, Paquita, Marina... ¡Flores!

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