El Diván de Juan José Torres

Orzuelos del país

Yo suelo tener orzuelos en primavera y en otoño. Dicen los médicos que es de la tensión, no la arterial, sino lo que comúnmente se conoce como llevar la procesión por dentro o acumular los problemas en la espalda, asunto éste que de vez en cuando también me produce lumbago. A unos se les manifiesta en el estómago, a otros en las cervicales y hasta hay a quienes les provoca insomnio. A cada estación primaveral u otoñal tengo este problema, pero ya vivo con él y no me causa ninguna sorpresa. En cambio, a veces pienso que los orzuelos o lumbagos del país no obedecen a los cambios de tiempo, sino que se han estabilizado como crónicos.
En un reportaje de TVE nos aconsejan que rezar calma la tensión y la ansiedad para quienes están parados o en situación de inminente pobreza. Me quedo atónito porque, si bien no soy creyente, me cuesta creer que en una televisión pública, pagada por todos, se digan estas cosas. Mis compañeros de trabajo y yo, por ejemplo, llevamos cinco meses sin cobrar, tanto tiempo que a veces nos sobrecoge la duda de si no somos profesionales o no tenemos experiencia, si somos una ONG y desempeñamos una labor social gratis o si trabajamos cada día en un escenario de voluntariado. Se nos queda cara de tontos cuando escuchamos que el rezo alivia. ¿Qué alivia?

La oración podría aliviar si soñáramos con que nuestra hora de la muerte, amén, en vez de ser dentro de dos años fuese dentro de treinta; o si nos tocara la lotería ahora que nos hace falta, no cuando estemos cascajos. Pero ningún rezo consuela a quienes están parados, van a perder el empleo o trabajan sin cobrar. El Sindic de Greuges ha finalizado un informe en el que concluye que, al paso que vamos, volvemos a los años de la beneficencia, con la salvedad que ahora serían más, procedentes de la clase media, los que empezarían a pasar necesidad. ¿Rezos para qué?

Otro orzuelo de TVE es el que comunica que las jóvenes deben vestir con decoro para no provocar al personal. Imagínense ustedes si oficialmente se instara a los restaurantes a retirar el marisco de sus vitrinas porque provoca el apetito de una clientela sibarita que atentara contra la gula; que las relojerías retiraran su productos de los escaparates porque solivianta a los viandantes; que las tiendas de ropa escondieran sus maniquís porque alguien los confundiera con muñecas hinchables; que las estaciones de servicio no mostraran sus ventas porque seducen a viajeros cansados; que los comercios delicatessen bajaran sus persianas porque apetecen sus géneros.

Que las jóvenes no puedan vestir como les venga en gana, por la posibilidad de que las asalten con el convencimiento de que son las provocadoras, es absolutamente demencial. Apenas hace un lustro en Nicaragua absolvieron a un padre, que violó a su hija de cinco años, porque el Tribunal consideró que la niña estaba desnuda a la orilla del río mientras la madre lavaba. Se acusó a la madre de escasa vigilancia y de dejar a su niña tan ausente de decoro por no tapar sus intimidades. El mensaje de TVE nos indica que, puesto que la sociedad sigue siendo machista, si algún varón malnacido se sobrepasa no es por su culpa, sino por la pelandrusca que lo incitó.

Mensajes envenenados, pues la libertad de comprar, salir o vestir queda en entredicho, si no es que se depura al mensajero y se le encierra en un convento de clausura. Otro orzuelo me sacude cuando me entero que Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid, ingresa en prisión por riesgo de fuga y a las 24 horas sale de ella. La fianza era de 2,5 millones de euros y aunque yo rezara durante toda la eternidad jamás podría pagarla. Y para finalizar, la Delegada del Gobierno en Cataluña hace un homenaje a los caídos de la División Azul, recuperando su exclusiva Memoria Histórica. La otra se archivó. ¡Cómo me duelen los orzuelos! Los del país y los míos.

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